Sunday, March 1, 2009

Mujeres de palabra

¿ASEDIO A ROSARIO CASTELLANOS?

A partir de las enseñanzas de Virginia Woolf y de Simone de Beauvoir, la mexicana Rosario Castellanos (1925-1974) asumió la responsabilidad, como escritora, de "ser de otro modo".

En los Estados Unidos se empezó a estudiar con mayor interés, admiración y respeto su obra que en el propio México. Y póstumamente, en lo que se ha querido hacer ver como un homenaje, algunos mexicanos han llegado a presentarla bajo una luz por demás desfavorable. Ella misma, creo yo, se habría quejado de este flaco servicio.
Me refiero concretamente a la publicación de dos libros: Rito de iniciación, contra la voluntad expresa de su autora (al respecto dijo en 1966, en “Una tentativa de autocrítica” (Juicios sumarios*, págs. 430 a 434): “A partir de Rito de iniciación, novela aún inconclusa, planteo una problemática diferente, y en consecuencia, ensayo un estilo del que aún no me siento completamente dueña”); y Declaración de fé, ambos por iniciativa de Eduardo Mejía, gran admirador suyo y a quien, según él mismo dice (ver más abajo, El Financiero), en 1987 Adolfo Castañón (...) encargó para el Fondo de Cultura Económica la compilación de las obras completas de la Castellanos.
Declaración de fe (Df), Reflexiones sobre la situación de la mujer en México (Alfaguara, México, 1977 -con otras diez ediciones simultáneas en España y América Latina) reúne cuatro ensayos: "La mujer en el mundo indígena", "La mujer en la época colonial", "La mujer en la época independiente" y "La mujer en la época actual", escritos por R. Castellanos -no se dice cuándo, ni dónde. El primero, sobre la mujer en la sociedad azteca, recuerda vagamente, en forma más extensa, uno publicado en El uso de la palabra (Up), selección de los artículos publicados por R. Castellanos en la página editorial de Excélsior y en el suplemento Diorama a lo largo de casi diez años (Ediciones de Excélsior, Crónicas, México, 1974, 313 págs.) Esta edición estuvo a cargo de José Emilio Pacheco y Danubio Torres Fierro, y el primero ya señalaba en la Advertencia (pág.5): "Para evitar duplicaciones y ofrecer una visión más amplia de lo que fue la literatura periodística de Rosario Castellanos, se decidió excluir los trabajos reunidos por su autora en Juicios sumarios, Mujer que sabe latín, así como las crónicas enviadas desde Israel en 1971 que otras personas han compilado íntegramente en un tomo de próxima aparición. El título del libro también pertenece a Rosario Castellanos."
El artículo incluido en este volumen: "Las indias caciques" (págs. 31 a 35), es reseña de un libro sobre la mujer en la sociedad prehispánica, de la historiadora Josefina Muriel, a quien R. Castellanos dedica palabras elogiosas. Es natural que nuestra autora, quien publicó, como lo señala J.E.Pacheco, un sinnúmero de artículos periodísticos, haya retomado sus temas más de una vez. Sor Juana era una figura que le interesaba mucho. Habla de ella dos veces en Juicios sumarios (Js) (Universidad veracruzana, México, 1966, 434 págs.): en los artículos titulados "Asedio a Sor Juana", y "Otra vez Sor Juana", en el que se refiere a la biografía escrita por Ludwig Pfandl ("Allí la tenemos", dice Castellanos, "diseccionada con los instrumentos del sicoanálisis gracias a la curiosidad germánica, y como germánica, concienzuda y grave...", pág. 29)
Nadie es perfecto... éste se coló en Up (un volumen de 434 páginas, no lo olvidemos, que no pretende sacar a la luz ningún texto inédito) fechado (cosa que no ocurre con los de la colección citada más arriba) el 26 de octubre de 1963. Mientras que "Asedio a Sor Juana" (Js, págs. 19 a 25) pasa a las páginas de Df, ocupando el último tercio de la sección titulada "La mujer en el mundo novohispano" (es de lamentar lo descuidado de esta edición, que, entre otras erratas, en el Indice anuncia la sección de marras como "La mujer en la época colonial"). Lo extraño de esta versión es que, a diferencia del artículo en Js , en que se transparenta el estilo único de nuestra autora, el publicado ahora presenta modificaciones que difícilmente se asocian con el original. Doy sólo algunos ejemplos:
"Versifica tan espontáneamente que ha de esforzarse por advertir que no es éste el modo común de hablar." (Js) "Piensa de modo tan espontáneo en verso que le cuesta mucho advertir que no es éste el modo de expresión." (Df)
"A los trece años es recibida (después de haber intentado, sin éxito, asistir a la Universidad)..." (Js) "A los trece años es recibida (después de haber luchado vanamente por ingresar en la Universidad)..." (Df)
"Sus actos, por originales, tenían que producir el malestar de la sorpresa, de lo que no cabe dentro de lo establecido /.../ Su peor enemigo, sin embargo, es ella misma. Su índole reflexiva es su talón de Aquiles. Se toma como objeto de meditación, se pone entre paréntesis para dilucidar si lo que constituye su personalidad es verdaderamente valioso." (Js)
"Sus actos por originales (sic) tenían que producir a los demás el malestar de la sorpresa, de lo que no cabe dentro de las formas /.../Ella misma, su índole reflexiva, es su talón de Aquiles. Y toma su yo como objeto de meditación, lo coloca entre paréntesis para examinar si realmente vale." (Df)
¿A qué obedecen las correcciones obvias, pero no para mejorar el texto? ¿Provienen de la propia autora? ¿Se trata más bien de una versión en borrador? ¿Ha sido una mano ajena la que ha buscado "mejorar" el texto, o, peor aún, hacerlo distinto del anteriormente publicado? E. Mejía habría hecho bien en ilustrarnos al respecto.
En su artículo de presentación de la novela: "Rito de iniciación, Rosario Castellanos y la antinovela que no quiso editar", aparecido en la sección cultural de El Financiero el 6 de mayo de 1997, Mejía defiende la decisión de publicarla y recuerda que un fragmento salvado de la supuesta destrucción del texto, fue "Album de familia", incluido entre los cuatro relatos que constituyen el volumen homónimo(Album de familia, Joaquín Mortiz, México, 1971, 154 págs.). No sé todavía hasta qué punto sea defendible esa tesis.

En una librería de Nueva York encuentro la bella edición de The Book of Lamentations (Marsilio Publishing, New York, 1996) que es como su traductora, Esther Allen, vertió el título difícil de Oficio de tinieblas. Recuerdo que un año antes de que apareciera esta edición, recibí una llamada de la sección de asuntos culturales del consulado de México, para preguntarme si yo podía sugerir una traducción para ese título. Me referí a la misa de difuntos, en el rito de la iglesia católica. Lo que sorprende mucho en esta edición es que no figure, precisamente, el título original.
Encuentro también: "A Rosario Castellanos Reader", una variada y abundante antología de textos en prosa y de poesía, compilada por Maureen Ahern, con traducciones de ella misma y varias otras (University of Texas Press, Austin, 1988), que incluye una útil y completa bibliografía en español.

Por decreto Núm…. del 27 de diciembre de... el Presidente de México... Echeverría declaró: "Que la ciudadana Rosario Castellanos fue auténtico exponente de la mujer mexicana de nuestro tiempo" (las cursivas son mías), para hacerle el honor de depositar sus restos mortales en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Creo sinceramente que Rosario Castellanos se habría sentido afrentada por el calificativo. Exponente, quizá, de la mujer mexicana de los años noventa. Ella fue precursora de la mujer intelectual de amplia cultura, que manejó con mano maestra todos los géneros y fue, como Sor Juana, su crítica más exigente.

Herederas suyas, conscientemente o no, en el puro hecho de plantear y desarrollar nuevos temas, de hacer la crítica de la historia y expresar un punto de vista diferente, las escritoras contemporáneas han creado ya un nuevo modo de decir.



REFLEXIONES SOBRE ESCRITORAS

Hasta 1960 la metáfora política no formaba parte conspicua de la narrativa femenina latinoamericana. Había, sí, una politización de los temas personales, considerados hasta entonces como "domésticos". Con sólo el hecho de tomar la pluma, la mujer en nuestro continente y en el resto del mundo, estaba haciendo ya una declaración política. Pero, en América latina, salvo contadas voces (la de Rosario Castellanos, por ejemplo, en su denuncia explícita de la explotación del indígena por el hombre blanco, de la mujer por el hombre y de la mujer indígena por el hombre y la mujer blancos), no se había dicho mucho para exponer el lado negativo de las "buenas conciencias".

En la narrativa española de la posguerra civil a la época contemporánea, se pasó del tono de denuncia y de dolor por la pérdida de toda una generación (Ana María matute, Carmen Laforet, Mercé Rodoreda), a uno de afirmación de la mujer como persona y como escritora: exploración psicológica, búsqueda de un lenguaje nuevo, tratamiento de temas ajenos a la experiencia del franquismo. De hecho, las narradoras peninsulares que empiezan a publicar a partir de 1970 apenas tocan el tema político: se exilian de la problemática nacional, o ya no la ven como tal; muchas van a vivir a otras partes de Europa, notablemente a Inglaterra. La mayoría de sus textos "se acercan más a la obra de las jóvenes /norte/americanas o inglesas..."

A la vuelta del "boom", que en cierto modo feminizó la literatura latinoamericana, liberándola de ataduras logocéntricas occidentales, con sus características de lucha por el poder y paternalismo, la narrativa de nuestro continente despertó a la realidad de las juntas militares y el terrorismo. Las escritoras respondieron nombrando esta nueva experiencia, con una voz madura, necesariamente nueva.
Herederas de Carpentier y de Cortázar, más que de Borges o de Vargas Llosa, las narradoras latinoamericanas que empiezan a publicar a fines de la década de 1960, tienen algo nuevo que decir: una verdad distinta, ego y exocéntrica a la vez, la manera en que la realidad del terror político repercute en sus vidas.

Elena Poniatowska, de México; Cristina Peri-Rossi, del Uruguay; Luisa Valenzuela, de la Argentina: voces que no podían pasar desapercibidas, por incómoda que fuera la verdad que estuvieran denunciando. Pero, desde ya hay que aclarar que no se trata en absoluto de una literatura puramente "testimonial". Por la toma de conciencia y la disponibilidad a formas nuevas, tanto por la experiencia de vida que revela, literatura explora meandros del lenguaje y no da por sentado ningún sentido preestablecido sino que, al igual que la realidad que tiene ante sí, desmentida a cada instante, pone en tela de juicio las premisas instauradas por una visión masculina y paternalista del mundo.

En "Cuarta versión", la narración más extensa de las que integran la colección Cambio de armas, Luisa Valenzuela relata la historia de la participación, gradual y como negándose al principio, de una mujer en un momento determinado de la vida política de ese "conflictuado" país (la Argentina, entre 1976 y 1984).

Por otro lado, casi desde Isabel Allende, no tanto en Casa de los espíritus como en Eva Luna, pasando por Angeles Mastretta, menos con Arráncame la vida que con Mujeres de ojos grandes, y Laura Esquivel, en Como agua para chocolate (no vale la pena mencionar la siguiente publicacion, acompanada de CD), las escritoras latinoamericanas nacidas entre 1945 y 1950, se han dedicado a hacer la apología de la mujer, en todos sus componentes: tanto la casera y dependiente, como la que trabaja y se lanza al mundo.
Hoy en día, la mayoría de las escritoras han pasado del modo confesional a la evocación del pasado nacional y mítico (Angeles Mastretta, Isabel Allende, Sandra Cisneros, Julia Alvarez.
Annie Ernaux, en Francia, describe la “pura pasión”, como antes Marie Cardinal se internaba en el tema del incesto; las inglesas se sienten más atraídas por la historia literaria, como la famosa A.S.Byatt. No se ve a mujeres en plan de EXPERIMENTAR, de explorar esas formas y esos mundos mentales que tanto interesaban, por ejemplo, a los novelistas ingleses de los años veinte, a los norteamericanos de los 40 y a los latinoamericanos de los 60. Se diría que, puesto que su conquista, no de la palabra, sino del oído público, data de fecha reciente, la escritora está por el momento más interesada en exponer sus temas, que en proponer nuevas fórmulas.

Como ha dicho Elena Poniatowska, gran admiradora de la Castellanos: “en nuestros días se ha desatado un interés por las mujeres del pasado, de las que antes ni se hablaba, y esto se traduce en el éxito de los relatos históricos".
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