Wednesday, February 28, 2007

Cinelandia

CINELANDIA

-apuntes de una aficionada-

Cuenta Male que en sus tiempos, y en provincia, se iba al cine con las sillas bajo el brazo... “Yo, que me pirro por el cine, fui con mis cinco muchachos a la primera función que vi anunciada –escribe durante su estadía en Salina Cruz, Oaxaca, en 1939-: el boleto, UN PESO; asientos de tabla burda que rasga la ropa, el sol colándose por las tablas entreabiertas... Encontramos allí a una señora amiga, y ambas reímos de lo lindo, pues nunca acertamos a discernir si aquellos fantasmas eran hombres o mujeres, qué hacían o qué decían, ya que el micrófono corría parejas en claridad con la pantalla.”  ...

Realidad y fantasía
Leo en un artículo sobre las técnicas digitales cinematográficas utilizadas en nuestros días, que se las considera algo “contrario al principio mismo” del Séptimo arte. No estoy de acuerdo en absoluto. Lejos de "tener una cercanía física con el mundo real" como pretende el autor, el cine ha representado desde siempre la posibilidad de ver no la representación o interpretación de nuestra realidad sino la de nuestros sueños y nuestras pesadillas, es decir, de colocar una pantalla entre nuestra imaginación y el mundo real.
En todo caso, ¿no era la partición de las aguas del Mar Rojo, en una producción de Cecil B.de Mille equivalente a los dinosaurios que corren alegremente por una planicie, dirigidos desde un estudio, y equivalente, en un film de Bergman, a un grupo de locos que en un manicomio se proponen filmar la primera película hablada?
La necesidad de huir de la realidad, transformándola, es lo que más claramente aleja al ser humano de los animales. De no ser así, ¿cómo explicar el afán de creación artística?

No es cuando estoy viendo una película, sino cuando me estoy viendo actuar en la vida de todos los días, en cualquier tarea doméstica, por ejemplo, la de preparar el desayuno, cuando abro el refrigerador para sacar la leche, y cierro y vuelvo a abrir la puerta porque he olvidado sacar el yogurt, o el jugo; o cuando estoy pelando el plátano que voy a rebanar para añadir a mi cereal, y no puedo despegar, primero de la fruta, luego de mi dedo, una de las hebras del plátano. Es entonces cuando me doy cuenta de que, entre otras cosas, lo que nos fascina del cine o, para el caso, de cualquier forma artística –narración, pintura, obra de teatro- es la imagen idealizada de un mundo que sabemos lleno de accidentes. En el cine, en la estructura de una novela, en una obra de teatro, no hay minutos desperdiciados, todos los gestos de los personajes, incluso todo lo que ocurre a su derredor es preciso, acertado; no hay más hebras de plátano adheridas al dedo, vacilaciones o incertidumbre que las que el autor, guionista, director, de acuerdo con los actores, ha decidido que haya. ¿Será esto un argumento para creer en Dios?
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Mi fascinación con el cine debe ser herencia familiar. En la ciudad donde crecieron sus hijos, cuenta Male que se iba al cine con las sillas bajo el brazo... “Yo, que me pirro por el cine, fui con mis cinco muchachos a la primera función que vi anunciada –escribe durante su estadía en Salina Cruz, Oaxaca, en 1939-: el boleto, UN PESO; asientos de tabla burda que rasga la ropa, el sol colándose por las tablas entreabiertas... Encontramos allí a una señora amiga, y ambas reímos de lo lindo, pues nunca acertamos a discernir si aquellos fantasmas eran hombres o mujeres, qué hacían o qué decían, ya que el micrófono corría parejas en claridad con la pantalla.” Tiene que haber visto, en algún momento el primer largometraje de Mark Senett : la comedia silenciosa “Tillie’s Punctured Romance”, realizada en 1914 – que yo misma descubro por primera vez en noviembre de 2006. Un Chaplin pre-vagabundo protagoniza a un dandy ladino que se las arregla para convencer a una inocente provinciana de que huya con él, llevándose los ahorros del padre. De veinticinco años, con un coqueto bigote de seductor, canotier y bastón, Chaplin es ya genial mostrando su habilidad de comediante, bailarín y acróbata. En México, mi Male nos llevaba de vez en cuando al Cinelandia, en el centro, donde sólo pasaban caricaturas; los asientos eran duros, de madera, y los vendedores ambulantes estaban autorizados a pasearse por el pasillo, antes de que empezara la función, ofreciendo muéganos, cacahuates garapiñados… Alguna gente se llevaba en una bolsa de papel su torta y su refresco. O bien el domingo, a la matinée en el Palacio Chino, con techo a imitación de una estrellada bóveda celeste, para ver las series de Tarzán, Superman, o las de vaqueros, y de donde salíamos, poco antes de la hora de la comida, con los ojos enrojecidos. Mi mamá no se perdía la ida al cine del viernes en la tarde. “La que termine su tarea viene conmigo”, nos tentaba. Yo era la primera en apuntarme. El programa era doble. Los cines Gloria y Estadio nos quedaban a unas cuadras de la casa. Películas hechas en Hollywood sobre todo, desde las comedias musicales (“Siete novias para siete hermanos”, inolvidable, aunque treinta años más tarde, como tantas otras cosas, me resulte difícil entender que alguna vez me haya fascinado) a las policíacas, y las abiertamente de terror (“Frankenstein, o “El Dr. X”, con un Humphrey Bogart joven y no glamoroso) que yo no quería perderme por nada de este mundo, aunque después me causaran pesadillas, o en la vigilia me persiguieran escaleras abajo cuando mi mamá me pedía, ya que estábamos por irnos a la cama, que bajara a la cocina por el botellón de agua.
En la televisión de los abuelos, el fin de semana, no nos perdíamos las musicales mexicanas, con los charros Jorge Negrete y Pedro Infante, guapos y bien plantados, de voz inigualable, cada uno en su estilo. Tampoco las comedias de Joaquín Pardavé y Sara García, o las de un Cantinflas pre-tecnicolor, cirugía plástica y suave “sátira social”. O los dramones argentinos y mexicanos.
De recién casado, mi papá hacía reseñas de cine para una revista semanal, acudiendo a la última función. Le encantaba Chaplin: nos contaba que en 1923, cuando tenía cinco años, había ido con su padre a ver “El chico” en el Salón Rojo, sala de proyecciones que se encontraba en la avenida Cinco de Mayo.
Una de las muchas que vi con él en video, por segunda o tercera vez, desde la cama donde convalecía, meses antes de morir, fue “Un perfecto asesino” (1994), de Luc Besson, con Jean Reno, Natalie Portman, Gary Oldman y Danny Aiello.
Prefiero mil veces ir al cine que verlas en casa. Esto es, si son salas pequeñas, de cine “de arte”, donde en la oscuridad y, en relativo silencio, sin interrupciones de timbres, y rodeada de –por el interés que nos ha llevado ahí- almas gemelas, me entrego anónimamente y sin mucha culpa a este placer. Detesto, como mucha gente de mi generación, las salas de los megacines, los Cineplex y Cinemarx y similares, amplias y de cómodos asientos, pero donde constituye una tortura ver y oir: a la mayor parte del público entrar con sus barriles de palomitas y coca-cola, diez minutos de charla estúpida en la pantalla sobre actores y actrices de Hollywood, anuncios super costosos de la dichosa bebida, y luego otros veinte de “cortos” de las próximas exhibiciones, a un volumen ensordecedor. A veces, sin embargo, no hay más remedio: si quiero ver tal o cual película, antes de que pase a video o DVD, tengo que resignarme a formar parte de ese grupo de víctimas de la publicidad.

Aterricé en París a fines de octubre de 1967 y unas semanas más tarde me encontraba, con mi amiga Anne y el resto de la población estudiantil del Barrio Latino –rue de la Huchette, rue Serpente- en las salitas pequeñas, malolientes y de butacas duras en las que se disfrutaba lo mejor del cine internacional, y donde descubrí al gran Buster Keaton.
Recién llegada a Nueva York, atravesaba el Central Park para acudir al New Yorker, en Broadway y la 89 (¿), o al Thalia, en la 95, a uno de sus muchos festivales. Ahí vi, entre otras, “Les enfants du Paradis”. Diez años después iba con mis hijos en el mismo teatro, a la vuelta de la casa, a ver festivales de caricaturas, o al Metro, unas cuadras más arriba, en la 100, para las de Buster Keaton, que ahora nos hacía reír a los tres.
La primera a la que los llevé, fue seguramente la primera que vi yo con mi madre a la misma edad: "Bambi", de Walt Disney, y poco después, "Pinocchio", una versión italiana.
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El doble. Inocencia y culpabilidad

Algunas películas basadas en novelas de Patricia Highsmith:
"The talented Mr Ripley" -1999-, dirigida por Anthony Minghella, con Matt Damon, Cate Blanchett, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Philip Seymour-Hoffman. Espectacular, al estilo del director del “Paciente inglés”, con un gran reparto, excelentes actuaciones, gran suspenso psicológico. "A plein soleil" es el título que le dio a su versión René Clément, en 1960 (Alain Delon, Maurice Ronet…). Ripley es un joven pobre, ambicioso, sin escrúpulos, corroído por la envidia, y que se apropia de la identidad de su amigo rico. En la versión francesa me pareció ver mayor un acercamiento psicológico al protagonista. (Anécdota siniestra: al buscar en Internet la fecha exacta de ésta -oscila entre 1959 y 1960-, me entero de que el guionista francés, un Paul Gégauff, murió a los 61 años de edad en Noruega, ¡apuñalado por su segunda mujer!)
"Ripley’s Game", llevada al cine, primero, como "The American friend", por Wim Wenders, con Dennis Hopper y Bruno Ganz.-- En 2002 Liliana Cavani (La piel, Portero de noche...), dirige otra versión, homónima del libro, con John Malkovich y Ray Winstone. Tiene todo el tremendismo que caracteriza a esta realizadora. Comparada con la de Wenders, no parece que se deriven del mismo libro: ¡el tratamiento es casi opuesto! El personaje de Ripley aumenta en importancia: Malkovich hace gala de una ferocidad elegante... El tema predilecto de la Highsmith: la identidad, en este caso la que está dispuesto a “vender” el personaje-víctima.


Otras de suspenso:
"M. Hire", 2004, de Patrice Leconte ("Ridicule"), con Sandrine Bonnaire y Michel Blanc, sobre una novela de Simenon. Historia interesante, sórdida, y bien dirigida.
De Simenon también es la novela en que se basa "La habitación azul" (2002) de Walter Doehner, mexicano de origen alemán, con guión del director y de Vicente Leñero, escritor. Muy bien hecha. Se trata de una obsesión erótica, y hace pensar en "La femme d’a côté" (1981) de Truffaut.
"Swimming pool", de François Ozon (el de “Ocho mujeres”), con Charlotte Rampling. Un tratamiento muy interesante de la superposición entre fantasía y realidad, entre pesadilla y vida cotidiana. Hasta el último momento se mantiene al espectador flotando en la duda.
"Caché" (2006), guión y dirección de Michael Haneke ("The piano teacher") con Juliette Binoche y Daniel Auteuil, muy buen suspenso. Ganas de volver a verla, no porque sea placentera, todo lo contrario, sino para tratar de encontrar una pequeña clave, al final (que tampoco es que “cierre” la historia limpiamente).
También con Charlotte Rampling, y su joven tocaya Gainsbourg: Lemming (2006), un fiasco seudo Hitchock, con exceso de música inquietante... francamente molesta. La dirige Dominik Moll, cuyo film anterior, “Harry”, sí fue un respetable homenaje al maestro del suspenso.
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Identidad sexual

"Brokeback Mountain" (2006) de Ang Lee, basada en el cuento de Annie Proulx. No es una película sobre gays, en el sentido de que los protagonistas no se identifican como tales; aunque trata de una relación homosexual, intensamente amorosa y trágica. Conmueve el contraste entre la inmensidad del hermoso paisaje de montañas nevadas y verdes valles y el cerco de restricciones sociales, morales, que rodea a los dos amantes (Romeo y Julieta, Ana Karenina). No todos los que la han visto lo entienden así; hay heterosexuales, hombres y mujeres, que se han sentido desconcertados, cuando no francamente escandalizados.

Pero muchas otras historias en esta vena se están llevando finalmente a la pantalla.
"TransAmerica", norteamericana, independiente, excelente actuación de Felicity Hoffman como el personaje masculino que encontrándose a la espera de una operación transexual, descubre que tiene un hijo adolescente, y muy a pesar suyo va en su busca. Es simpática y conmovedora; logra un buen equilibrio entre los géneros de comedia y tragedia. Tiene paralelos con "Breakfast on Pluto", irlandesa. Un dulce joven transvestita, que se prostituye, busca a su madre natural...
Estas dos tienen visos de comedia-en todo caso, presentan con simpatía a sus personajes. No hay que olvidar que, en "Dog day afternoon" (1975), con Al Pacino, el protagonista pretende, mediante el robo de un banco, ayudar a la operación transexual de su compañero).

Para nada sonriente es la historia que aborda "Dying gaul", del dramaturgo Craig Lucas. Un escritor le promete a su compañero, a punto de morir de SIDA, que hará “algo bello” con su memoria. Escribe un guión, pero después traiciona al amigo muerto, cambiándole el nombre por uno de mujer, para que el director -que lo seduce a espaldas de su mujer- acepte hacer la cinta, y le pague un millón de dólares. Fausto y el Demonio...
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Miscelánea

Veo en México: "Laberinto de mentiras" (Separate Lies) 2005, de Julian Fellowes, con Emily Watson, Tom Wilkinson, Rupert Everett. El título lleva implícita la culpa, o culpas. Tratamiento original de un viejo tema. Hay suspenso y estudio psicológico. En este sentido, recuerda "In the bedroom"- 2001, de Matt Fowler, también con el estupendo Wilkinson y Sissy Spacek. Ambas estupendas.

"Water", de Deepa Mehta (canadiense de origen indio) que también hizo Earth y Fire). Esta trata de las viudas de la India, en los años 30, que tienen tres opciones: echarse en la pira, con el marido muerto; casarse con el hermano menor del marido -si lo hay-, o ser destinadas a los “ashrams”, casas de viudas rapadas, abandonadas, que viven de limosna y prostitución encubierta, todo en nombre de la religión. Ghandi no logró modificar esta horrible costumbre. A muchas las casan desde los siete, nueve años. ¡No pueden volverse a casar! Visualmente, la película es hermosa, como la pequeña protagonista, poética y conmovedora.

"Babel" (nov. 06) de González Iñáturri , coherente con su tema: en un mundo donde no existe un lenguaje común –tanto a nivel de diálogo entre marido y mujer, entre padre e hija, como entre un árabe y un norteamericano- la comunicación es problemática, cuando no imposible, y se produce el caos. Otro argumento podría esgrimirse: resulta insoportable la letanía de historias desgarradoras, fragmentadas. Las buenas actuaciones (Gael García Bernal, Brad Pitt, Cate Blanchett, entre otros) no la salvan de ser caótica y cansada. Posiblemente la historia japonesa haya sido la más exasperante, y sin ella, se habría podido lograr una apariencia de unidad más cerrada. Tal vez el papel mejor logrado sea el de la nana mexicana. En todo caso, es evidente que el ámbito más limitado: una ciudad, tres historias apretadas, de Amores… -en lugar del mundo entero- es lo que conviene a esta visión que tienen la mancuerna que forman director y guionista (Guillermo Arriaga).
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"Déjà vu", de Henry Jaglom (EUA) 1997
Interesante, aunque con altibajos. El tema: la pasión contra la estabilidad, entre "el amor de la vida" y lo demás. Lenta, a la francesa, lo cual me gusta. El diálogo puede resultar algo repetitivo, o más bien, el monólogo de la protagonista, sobre la existencia de “otra realidad”. Y, el apego de la cámara al rostro de Victoria Foyt, mujer del director y co-guionista, puede resultar exagerado. Ella está bien, pero no puede decirse que es una actriz consumada, con gran sutileza de expresión. De las dos veteranas, la archiconocida es Vanessa Redgrave es muy convincente en su papel de mujer independiente, sin compromisos, y (¿por lo mismo?) egoísta e incapaz de poner el hombro cuando se necesita (su madre anciana). Me pareció bien que la historia, pese a la acumulación de coincidencias, no cayera en lo “misterioso” o “místico”. El final es aparentemente feliz, pero hace pensar en el del Graduado.
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"Quai des orfèvres", de H.G. Clouzot, 1947 (¡diez años antes de "Las noches de Cabiria", de Fellini!), con Louis Jouvet. Buen cine. Un clásico que se puede ver una y otra vez, igual que "Madame de… "(Max Ophuls, 1953), con Danielle Darrieux, Charles Boyer y Vittorio de Sica. El juego peligroso de una mujer que cree que siempre puede salirse con la suya.
(Hablando de las que se pueden ver una y otra vez, en mi lista figuran: "Amadeus", el mencionado "Paciente inglés", "Indochine", y varias de Chaplin, entre otras).


"Our friends and neighbours" de Neil La Bute, el que dirigió "In the company of men". Buenas películas, que tratan de manera descarnada sobre de la crueldad e inocencia de algunos hombres en las relaciones amorosas, y de la pasividad y el cinismo de algunas mujeres. Del mismo: "Nurse Betty": humor negro (un poco como "Fargo", aunque tal vez con más ironía, o sarcasmo).

"Gadjo Dilo" (1997) de Tony Gatlif, director francés de origen roma (gitano) y argelino. Trata de la vida de los gitanos en Rumania. Los prejuicios que existen en su contra no son distintos de los que acosan a los homosexuales, o a cualquier grupo que se considere “el otro”. El protagonista, un joven francés que anda investigando la música roma auténtica, se enamora de una gitana. Es el mismo actor (Romain Duris) que, más maduro y de una belleza feroz, aparece en "De battre mon coeur s’est arreté", versión francesa, y superior a "Fingers", con Harvey Keitel). Antes y después de ésta, hizo el díptico de comedias románticas: L’auberge espagnole y Les poupées russes.

"Afterlife", del director de "Maborosi", poética. ¿Qué memoria te llevarías a la tumba? Es la idea original: hacer esa pregunta a una serie de entrevistados de diferentes edades, hombres y mujeres, diversas clases sociales.
La memoria de un instante feliz en el que se condensaran, como en un crisol, momentos de vida anterior y posterior a ese instante tan celosamente guardado en la memoria.


Bergman y Bergman

En 1997 año de su estreno, veo In the presence of a clown de Bergman, que trata de la realización de una película hablada por dos asilados de un manicomio de Upsala en los años 20. Bergman se identifica con los “locos geniales”, especialmente con el tío abuelo Carl (Fanny & Alexander), obsesionado por la figura de Schubert: su música y su muerte, y empeñado en hacer una película. ¿No se ve al propio Bergman, de pie contra la pared, invisible para los demás, sonriendo traviesamente cuando llega la prometida de Osvald a buscarlo?
Esta cinta magistral tiene paralelos con The image makers, obra teatral de Per Olov Enquist, que el mismo Bergman dirigió el año siguiente en la Brooklyn Academy of Music. En ambas es protagonista Anita Björk, con Erland Josefson en la primera, Elin Klinga en la segunda.
Las dos obras tratan de los inicios del cine, mudo y hablado. En la pieza teatral aparece Viktor Sjöstrom, precursor del cine mudo en Suecia con The phantom carriage (1921), basada en una novela de Selma Lagerloff (Thy soul shall bear witness), quien figura como personaje de la pieza, junto con el director de cine, y la joven actriz. (Ver más adelante mi nota sobre la cinta de Sjostrom).
En un juego entre realidad e imaginación, en una y otra se aborda el tema de la creación artística relacionada con males como el alcoholismo o la locura; combinan personajes marginados y situaciones reales con elementos ficticios. El tema fundamental sería el conflicto entre la verdad y la mentira, y el uso de una y otra en la obra de arte.
En la obra teatral, es evidente que Bergman se identifica con Sjöstrom.
Las mujeres, como siempre, ocupan un lugar preponderante: no sólo como soporte de los creadores, sino como creadoras de imágenes ellas mismas (la Lagerloff, las jóvenes actrices de ambas obras).
Estas obras hablan, en suma, de la vida, la muerte, el amor y la dificultad de las relaciones humanas. La excelente dirección, en ambas, hace resaltar la esencia compleja del ser humano: su naturaleza intermedia entre ángel y bestia, a la vez patético y sublime.

2003: La última de este genio: "Saraband", hecha para la televisión sueca, como 30 años antes, Scenes of a marriage, de la que es continuación. Con la misma pareja, Ullman y Josephson, más otros dos actores excelentes. Empieza con una sonrisa y termina en un grito desgarrador.
En oct. '06, en el festival Janus de cine, descubro "Monika", de 1953, un canto a la libertad… con consecuencias trágicas.
Mismo mes, mismo festival: "The phantom carriage", obra maestra del cine mudo , de 1921 (con acompañamiento de piano en vivo) del ya mencionado Victor Sjostrom, sobre la novela (1912) de su compatriota Selma Lagerloff. Derivada de ella, El séptimo sello, para empezar, del propio Bergman. Cinematografía de vanguardia; el guión, la dirección; escenas en las que nada sobra. La carroza o carreta de la muerte, guiada por el encapuchado con su hoz, atraviesa el paisaje, mediante la doble exposición. Marcha sobre las olas para recoger, del fondo del mar, a un ahogado: belleza surrealista… La historia se basa en una leyenda sueca, según la cual la víspera de Año Nuevo, el último en morir pasa a ser el Cochero de la Muerte. Los personajes principales son un alcohólico –el padre “idealizado” de la misma Lagerloff- y una hermana de del Ejército de Salvación (símbolo cristiano si los hay, pues es esta belleza rubia e inocente, un soldado de Cristo, la que muere para salvar al alcohólico irredento: se le devuelve la vida para darle una oportunidad última de reformarse, viendo que su mujer y sus hijos están a punto de morir.


Adolescentes marginados

"Rosetta", de los hermanos belgas Jean y Luc Dardenne. Aquí, la realidad es contundente, y casi podría decirse, no mediatizada por el arte, salvo en lo esencial: ¿si no fuera por la voluntad, la intención y el genio de los directores, cómo podríamos seguir esta historia de principio a fin? Se nos da una visión descarnada de la lucha de una adolescente que sobrevive al margen de la sociedad mientras la sostiene la esperanza de conseguir un empleo digno que le permita integrarse en ella, llevar una vida normal, y que pelea con uñas y dientes contra todos los que se cruzan en su camino. El personaje está emparentado con el muchacho Igor, de "La Promesse", también apenas entrado en la adolescencia pero ya enfrentado por las circunstancias socio-económicas a las responsabilidades de un adulto.
En 2006 me niego a ver L’enfant, con el joven actor de La Promesse, en el papel de un joven que vende al recién nacido que ha tenido con su novia adolescente.

Esa ferocidad de Rosetta caracteriza también a uno de los ángeles de "La vie revée des anges", de Eric Zoncka, el mismo que hizo "Le petit voleur". Historias tremendas, sobre un tema que se trata poco: el adolescente de clase proletaria habitante de ciudades industrializadas que se han olvidado de ellos, ocupadas como están en combatir o explotar la presencia de los otros desheredados: los inmigrantes indocumentados, exiliados por motivos políticos, económicos, de guerra. No son filmes que alegren el corazón, tampoco se proponen sus directores dar una lección de sociología. El tratamiento del tema es sutil y, porque se concentra en uno o dos individuos, vivos y muy humanos, convincente.


Actrices sonrientes

Hojeando la sección de espectáculos, encuentro las imágenes elegidas para hacer más atractivos los anuncios. Para "Girl, Interrupted", por ejemplo: sendas fotos de Angelina Jolie y Winona Ryder, las protagonistas; jovencitas internadas contra su voluntad en una clínica siquiátrica. ¿Cómo aparecen en la foto? Sonriendo, como si fueran ángeles encantadores y encantados con su suerte. "Hanging up", dirigida por Diane Keaton sobre, creo, una historia de Nora Ephron. Las imágenes de Keaton, Meg Ryan y otra actriz, hermanas en la película: rubias las tres, de cabello lacio, aunque con ojos de distinto color, las tres casi de la misma altura... ¿Hermanas? Qué falta de imaginación de Hollywood. ¡Sólo tres amigas podrían parecerse tanto! (esto sin contar la diferencia de edad que debe haber entre Keaton y Ryan... ¿15 años?)
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El propio crítico que reseñó el festival en homenaje a las actrices francesas Sandrine Bonnaire y Caroline Bouquet, observaba que, a diferencia de las americanas, "no sonríen todo el tiempo, no coquetean". Y yo añadiría, no muestran constantemente los dientes impecables, el cabello recién lavado, etc. Véase, además, el contraste entre las hoy sesentonas Goldy Hawn y Diane Keaton, bien peinadas y maquilladas, acinturadas y esbeltas, y las francesas de esa edad o menores: Juliette Binoche (no tiene todavía cincuenta, y en "Caché" aparece con vestidos sin cintura, que apenas ocultan su embonpoint), Catherine Deneuve, Nathalie Baye…
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Gérard Depardieu
Este “actor-ropero” fue niño de la calle, delincuente juvenil. Tal vez por ello es capaz de transmitir en su mirada inocente tanta ternura... Le dedican un festival en el Instituto Francés.
Veo La femme d’a côté, por segunda, si no tercera vez. De Truffaut, con Fanny Ardant. La escena del beso “eléctrico” es de antología.
Buffet froid de Bertrand Blier- humor negro.
Jean de Florette- una sorpresa, verla por segunda vez, y descubrir cosas que se escaparon en la primera: los orígenes de Jean, el porqué de su nombre: Jean de Florette, Manon de la Source (las dos son novelas de Marcel Pagnol), no son apellidos, sino sobrenombres, que califican a ese Jean, hijo de Florette y padre desconocido, y a esa Manon, hija de Jean, muerto en la infructuosa búsqueda del manantial (esa “source”), que César, con la complicidad del sobrino medio idiota (Daniel Auteuil), oculta, convirtiéndose en el peor enemigo de Jean, al grado de que provoca su muerte, sin saber que era su hijo, el que tuvo con Florette, el único amor de su vida. Los terribles secretos los revela al final una ciega, especie de Tiresias . De modo que Manon, por cuyo amor se mata el sobrino, es nieta de César. Ella se casa enamorada y tiene una niña. César, antes de matarse, le deja toda su herencia, a la hija y la nieta...
En toda esta variedad de papeles, Depardieu siempre convence. Es otro “feo con encanto”, como Daniel Auteuil.
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Benoit Jacquot
En un festival dedicado a este director, en julio de 2006, lo descubro con placer, a través de:
"Ecrire" (1993)- entrevistas con Marguerite Duras (1914-1996), a propósito de su último, homónimo libro.
"Pas de scandale" (1999)- con el excelente Fabrice Luchini –sobre un delito empresarial
"Sade" (2000)- con Daniel Auteuil; se muestra al Marqués bajo una nueva luz: un revolucionario sensible; inteligente incluso en su perversión sexual.
"Tosca" (2001) -con la soprano rumana Angela Gheorgiu, y Ruggiero. Raimondi en el papel de Scarpia.
"Princesse Marie", 2003, con Catherine Deneuve, acerca de la sobrina bisnieta de Napoleón, princesa de Grecia y Mónaco, y su relación con Freud.

Películas bien hechas, sin prisa; interesantes por el acercamiento psicológico a los personajes (del siglo XVIII al presente), la culpa y la inocencia, y porque a ellos (la Duras, Tosca, Marie Bonaparte, el Marqués de Sade, el personaje de Lucchini), en apariencia tan disímiles entre sí, los une la búsqueda y defensa de la libertad, de acción, de pensamiento.

Veo, en marzo de 2007, “L’assassin musicien”, de 1975 (¿sobre novela de Dostoievsky?). Extraña, lenta, cansada; irritante ese joven, primero clarinetista, luego violinista aparentemente brillante, que se niega a colaborar con quien sea. Asesino? a menos que lo haya sido de su propia vocación. Revela un Benoit inmaduro.
El mismo mes acudo con grandes expectativas a ver la ultima suya: "Intouchable", con la misma Isild Besco de "Sade". Y me siento defraudada. No me resulta clara su intención. Otro personaje ferozmente independiente, en busca de sus origenes? Tal vez...
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Etcétera

"Le petit lieutenant" (1967) de Xavier Beauvois (antes hizo "Mauvaise foi" y "Ponette", que no he visto). Film policíaco. Como siempre, los franceses se las arreglan para enriquecer los géneros... Varias historias se entrecruzan, profundizándose: la detective* veterana, el joven recién llegado al departamento, que la hace pensar en su hijo (muerto a los 7), su relación con el Juez. El joven y su mujer, viviendo separados por la ambición profesional de él. El detective mayor, irresponsable, que lo deja morir... Los inmigrantes ilegales, rusos y polacos, la mafia, la delincuencia.

Sobre esa mafia, de georgianos en Francia, otra película, terrible: "13 Tzatzimi", que expone una versión sui generis de la ruleta rusa.

*Nathalie Baye, la misma actriz que aparece de mujer política, parte de la vieja sociedad burguesa de Burdeos, en La fleur du mal (2203) del maestro del suspenso Claude Chabroll, con Benoit Magimel. Incesto y asesinato.
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"Volver", de Almodóvar. De nuevo incesto y asesinato. Mi primera reacción, al salir de la sala, fue pensar que tal vez se le hubiera pasado la mano a este director en eso de querer hacer “comedia” con un tema tan sórdido como el abuso sexual e incestuoso de menores. ¿Cómo es que en ningún momento se nos da indicio alguno de la experiencia por la que había pasado la Penélope de adolescente? Pero, más tarde, cuando recuerdo que la madre que vuelve es la que da sentido a la historia; y que la hija ha vertido en ella toda su rabia y resentimiento iniciales, perdonando incluso, de una manera perversa, al que la violó, llego a la conclusión de que las decisiones de este Almodóvar cada vez más maduro han sido consecuentes. El suspenso no radica en el crimen que hemos visto. Estupenda actuación de las actrices principales. Y el tango “Volver” en versión de cante jondo, es una maravilla.

Oriente Medio
"Ushpizkin" (Los huéspedes)- Israelí, filmada en Jerusalén, donde la comunidad ortodoxa festeja el día de la hospitalidad . Simpática y cálida, al grado de que, por un momento, sentí deseos de visitar esa ciudad…
"El sabor de la vida", sobre los griegos en Turquía, expulsados a raíz de la guerra en Chipre; de vuelta en Grecia se sienten y son vistos como extranjeros. Lo que une al nieto con el abuelo es el sabor de los platillos turcos que éste preparaba, con la nostalgia de lo griego.

"Hamam" (Steam, 2000) de Ferzan Ozpetek. Hermoso film hecho de nostalgia. Un italiano de origen turco viaja a Estambul a encargarse de una herencia. Comparable con Déja vu, pero de una mayor perfección, sutileza. Los diálogos no son exhaustivos, siempre hay algo más detrás de las palabras. Nostalgia no sólo de un lugar sino de un sentimiento.

"Breaking and entering" (2206), de Anthony Minghella, con Jude Law, Juliette Binoche. Buena, sin llegar al nivel que alcanzó este director con "El paciente inglés" y "The talented Mr. Ripley".

"The painted veil", basada en una novela de S. Maugham, me decepciona, o mejor, me deja fría.

"The life of others", de un director aleman; sobre la Stasi en Alemania Oriental, 1984; excelente.

"El laberinto del Fauno", del mexicano Guillermo del Toro. Merecedora de Oscares… Una historia perfectamente bien hilada, entre los horrores de la persecución franquista de los milicianos (1944) , y la fantasía de una niña amante de los libros (su descenso a los infiernos, su casi condena por haber comido unas frutas, son reminiscencia de la mitologia griega: el mito de Persefona, la hija de Ceres, raptada, condenada por haber comido unas semillas de granada.

"Incendies", o en espanol: "La mujer que cantaba", una autentica tragedia griega... Director canadiense Denis Villeneuve, copio: "Una adaptación de la exitosa obra Wajdi Mouawad, Incendies es una historia conmovedora que lleva el extremismo y la violencia del mundo actual a un nivel marcadamente personal, la entrega de un testimonio poderoso y poético a la potencia misteriosa de la voluntad de sobrevivir."

dic. 2012
Acabo de ver en el Film Forum Il Sorpasso... de 1963. Seguramente la vi entonces, a mis 18, en Mexico, durante la resena de cine... Como habia vistoy La dolce vita, Viridiana, y otras.
Recordaba que era muy buena. Recordaba a Vittorio Gassman, el personaje totalmente irresponsable y vividor; recordaba en particular el gesto de cerrarse la bragueta al salir del bano. Y recordaba como manejaba y lo que sucedia al final, el final de su companero, Jean-Louis Trintignant, que durante un tiempo confundi con el otro jovencito, Jacques Perrin, que nunca perdio su cara de bebe (en Cinema Paradiso). De hecho, ahora que me asomo a ver el reparto de "Z" de Costa-Gravas, me percato de que ahi aparecian los dos, Trintignant y Perrin, al lado de Yves Montand! Esta fue de 1969, y... pues la tengo que haber visto en Paris, o quiza en Nueva York...
Volviendo a Il Sorpasso, otra cosa que no se me habia olvidado era el tema del twist, "Guarda comme dondolo...", y ahora me pregunto, la veria mi hermana Ofelia, que lo bailaba con tanta emocion?
Recordaba, pues, el final tragico, pero no que JLT tuviera un papel a la par que VG: es decir, no era un papel secundario, ni mucho menos.
Estos dias, un festival Trintignant, en el Film Forum, y cuando termina, el estreno, el 19 de diciembre, de AMOUR, su ultima, a los 81, con Emanuelle Rivas....
Cuando -o cuando otra vez- uno Vittorio Gassman?
...

Saturday, February 24, 2007

Sonetos

SONETOS

I
Estás aquí conmigo noche y día
Estás como la lámpara y el techo
Y ya revives mi impaciente lecho
Que hace sólo un instante se moría.

Estás para cambiar la sangre mía
En nueva flor, en sol, en voz, en hecho;
Para hacer mar y tierra de mi pecho
para cambiar en luz la lejanía.

¿Por cuánto tiempo te tendrán mis muros?
Para guardarte quiero ser cadena
¿Por cuánto tiempo quedarán oscuros?

No estabas y ya estás en mi morada
Estás, y no estarás, ésa es mi pena…
¿Por qué a ti no estoy encadenada?
II
Porque llegas a mí en este momento
En que cubre mi voz la silenciosa
Maravilla de ser sólo una cosa:
La palabra que brota de tu aliento.

Porque cueva te hago, luz te siento
Y a mi ser aún arriba la imperiosa
Llamada del instinto, temerosa
Perdida en la mirada de otro viento.

En todo está la selva de tus besos
La espesa soledad de mi caverna.
En todo somos los eternos presos.

¿Por qué me siento en mis paredes muerta?
¿Por qué te siento en destrucción eterna?
Estás aquí, estás como la puerta…
III
Parece que te vas a cada instante
Que te inundas de vacío parece
En mi cuerpo de piedra la flor crece
Y en el tuyo la llama parpadeante.

Y en todo estás, en la caricia hiriente
En la luz mortecina que amanece
En el beso que el aire desvanece
En mi sombra, y en este hueco ardiente.

No estuviste. Ya olvido los ayeres
Recordaré con celo tu presencia
Ésta de hoy, la que me da poderes

Para construir en mi futuro lecho
Con sangre y piel de mi lejana esencia
La imagen de mi lámpara y mi pecho.

Mester 4, agosto de 1964


Ofrenda
I
Recibe mi presencia hecha de arena
Mi luminosa voz, mis ojos ciegos
Mis infantiles manos que urden juegos
Sobre tu espalda blanca, de luz llena.

Recibe la llegada que con pena
Presiente ya el crepúsculo y sus fuegos,
Recibe los oscuros, tiernos ruegos
Que lanza hasta ti mi voz serena.

No es otro el canto de sonido vago
Si llega a tus oídos con tristeza
Que el vuelo de las aves sobre el lago.

Recibe mi silencio, mi pobreza
El blanco manto que a tus pies deshago
Las horas de la más muerta belleza.
II
Serás en todo la tranquila mano
Que ha de forjar la plácida pureza
Ya cerca de la incógnita certeza
Serás mi sombra, lejos del verano.

Tendrás del aire ese perfume vano
que vierte sobre mí y sobre mí pesa
la luz del cielo, la quietud que empieza
sobre los nidos, la pradera, el llano.

Te entrego, mira, toda mi impotencia
Mi rostro azul, mi cuerpo descarnado
Y el blando material de mi conciencia.

Te doy mis manos, mi silencio alado
Mi frente luminosa, mi sentencia:
Recibe todo el juego imaginado.

III
Y puedes frente a mí, rostro de cera
Amar las sombras y seguir caminos
De polvos y cenizas ambarinos
Y puedes destrozar mi clara espera.

No será otra la que aún te quiera
Tener e imaginar en sus dominios
Que mi alma ciega, levantada en finos
Montes de plata, con ternura fiera.

Y ya en la tarde, bajo la montaña
Y vuelvo a ti, estatua blanca y muda
Simple silencio que a tu oído engaña.

Recibe así mi palidez desnuda
Mi infantil juego que en tu piel se ensaña
La triste imagen que tu faz demuda.

Mester 7, junio de 1965

Para el más reciente soneto, ver www.decirdelagua.com (enero 2006) y otro poema en el de enero de 2004

Friday, February 23, 2007

La mentira vital

"... puesto que existe la tentación de creer en la realidad de lo imaginario, acabamos por hacer una verdad de nuestra mentira. Lo cual, por otra parte, no tiene sino una importancia relativa, ya que tan vital es la una como la otra." Luis Buñuel, Mi último suspiro


LA VENGANZA

TODAVIA existe el edificio ruinoso, en pleno centro histórico de la ciudad; su fachada de piedra labrada, de la que el tiempo y la mugre han ido borrando poco a poco las flores y las frutas, las aves y los caracoles. Puede verse aún el gran portón de madera, seca y resquebrajada como el rostro de un anciano. Se abre a un patio tenebroso, maloliente, en el que montan guardia unos macetones despintados de rojo con helechos y geranios que riega alguna mano poco indiferente.
A la derecha del zaguán arranca la sólida escalera que lleva a los tres pisos siguientes, antes de rematar en la azotea, la cual se convierte, entre las nueve y las once de la mañana, en el centro social del vecindario. Las horas del lavado de ropa se llenan de un murmullo incesante, mezcla de voces y agua que corre, cuando las mujeres, cantan y platican, se inclinan sobre los lavaderos, moviendo rítmicamente los brazos desnudos, friega que friega la ropa con el jabón Tepeyac.
-¿Ya supo que la dueña amenazó con desalojar a la familia de don Tacho si no le pagan la renta atrasada?
-¡Qué vieja mula! Como si le hiciera falta el dinero.
-No, pues así es como se hacen ricos los ricos...
-Ese don Tacho está re mal. Me contó la señora Paulina que carga la botella de tequila en la caja de las herramientas, ¿usté cree?, que le entra al trago en horas de trabajo. Pero la pobre mujer y los hijos no tienen la culpa; ella bien que se soba el lomo lavando ropa ajena.
-La mujer del peluquero me contó que una de las patronas que contrató a don Tacho lo encontró bien dormido, sobre la tapa del excusado que acababa de cambiar...

Yo andaba por los trece; mi mamá me había pedido que subiera a la azotea a descolgar la ropa. Llevábamos viviendo en esa casa dos años, desde que mi papá había perdido su empleo, y mi mamá, a escondidas de la dueña, servía comidas a estudiantes para ayudar con los gastos. Sólo había dos tramos de escalera antes de llegar a la azotea; al subir, contaba los escalones, pero nunca al bajar, porque era de mala suerte. A la hora de la comida el sol caía a plomo, pero por el lado del Ajusco se distinguían nubarrones de tormenta. Los lavaderos estaban desiertos, y en los tendederos ondeaba plácidamente la ropa limpia. Las vecinas habían bajado ya a calentar la comida para su familia, y hasta ahí llegaban los olores agridulces de los frijoles, las tortillas, los guisos de carnes y verduras. No se oía ni el aleteo de una paloma.
Estaba de puntas, estirándome para alcanzar una de las camisas de mi papá, cuando oí la voz, desagradable. Casi pierdo el equilibrio. Solté una de las pinzas, y ahogué un grito al verlo salir de detrás de los lavaderos.
-Ay, Anita, ¿te asusté? - la voz pastosa- ¿Te-te ayudo?
Fruncí el ceño. En el vecindario no lo queríamos; se rumoreaba que le entraba también a la mariguana. Apenas me oí responder:
-Ah. Es usted, don Tacho...No...
Me daba el sol en la cara, y lo que distinguía era sólo una gran sombra, que en ese momento se movió. Dejé de verlo, y lo sentí a mis espaldas. Tiró de la cuerda para que yo alcanzara la camisa que había quedado colgada de un hombro. Tenía su olor a sudor y alcohol metido en las narices. Entonces me pasó el brazo por delante, me apretó contra su cuerpo. Metió su mano entre mis piernas. Quise gritar, pero sólo me salió un ahogado: "Suélteme, pinche..." Me dolían los ojos, por el sol y las lágrimas a punto de salir. Hizo un ruido como perro, se arrodilló sin soltarme mientras deslizaba la otra mano entre mis rodillas.
-Ya, ya, chiquita...
Girando, le di un codazo en la quijada. Me zafé y corri hacia la escalera; baje como perseguida por el diablo. Pero nadie venia detras de mi.

-¡A comeer!- llamó mi mamá.
Poco después se soltó el aguacero, y recibí una buena regañada por haber dejado que se mojara la ropa... Entonces aproveché para encerrarme de nuevo en el baño y llorar a mares.

-¡Psst! ¡Ana! apunta, o te va a reprobar el maestro; ya ves que es re mula.
-Escriban- la voz gangosa del químico se pasea entre las filas de pupitres, leyendo de un grueso volumen con sus lentes de fondo de botella-: "El hidróxido de sodio, fórmula N A O H, se conoce también como sosa cáustica..."
-¡Es lo que mi mamá le echa al wáter para destaparlo!
-¿Eh? ¿Qué dices?
-"...es corrosivo para la piel; produce irritaciones en las membranas mucosas..."

(La botella tiene tapa de rosca. Detrás del excusado, la bolsa de papel con los polvos. Una cucharada. Y devuelvo la botella a la caja de las herramientas.)

- ¡Qué semana, comadre! Primero la dueña del edificio, sola como un perro, que dizque le dio un patatús, y al caer se golpeó la cabeza con un botellón de agua, d’ésos antiguos. Su hijo la encontró desangrada, días después... Y luego ¡don Tacho!
-Me encontré a la pobre Petra hecha un mar de lágrimas. Se ve que, con todo, lo quería.
-Usté ni estaba aquí ese día. Se oían los gritos del viejo en todo el vecindario "¡Me quemo!", como si ya estuviera en el puritito infierno... Quesque fue intosicación.
-¡Ay comadre! !Que semana!
Las mujeres se persignan con los dedos enjabonados, y siguen fregando la ropa sobre el cemento acanalado de los lavaderos.
...



PARA GANAR EL AMOR

VI a Sergio en la fiesta del hijo de la señora Amalia. Eramos vecinos de manzana, íbamos de acompañantes de los hermanos menores y nos sentíamos como gallinas de otro corral. Pasé todo el tiempo entre la sala, donde se encontraban las mamás platicando, y el umbral de la puerta del patio, sin atreverme a salir y participar en los juegos de los chicos. No sabía qué hacer con las manos húmedas, y me sentía demasiado consciente de la blusa tejida con adornos de angora y, debajo, del brasier que ese día estrenaba.
El se había quedado en un rincón, sin poder ocultar su aburrimiento. De vez en cuando nos mirábamos, y enrojecíamos lastimeramente. Su pelo negro y sus ojos brillantes se me quedarían grabados hasta el fin de mis días. Esa noche lo ví en sueños. Supe que vivía a dos casas de los Sánchez y que pasaba buena parte del tiempo, al regreso de la escuela o a media tarde, conversando en la calle con los amigos, o dando vueltas a la manzana en bicicleta. Cuando acompañaba a su hermano a jugar con Paquito, desde la terraza mis hermanas y yo oíamos las voces animadas de los tres muchachos; entonces yo subía a la azotea, muerta de la emoción, y desde allá, sin dejarme ver, lo espiaba. No pocas veces tuvo que conformarse con las piernas de sus pantalones vaqueros y las ruedas de la bicicleta, pues evidentemente se quedaba en la puerta y no pasaba más adelante. En otras ocasiones, yendo a la tintorería, lo veía, siempre al lado de la bici y aunque estaba rodeado de amigos, me hacía la ilusión de que me estaba esperando... Cuando alcanzaba a verme, alzaba casi imperceptiblemente la cabeza y se dibujaba una leve sonrisa en sus labios, suficiente para que yo sintiera un irremediable vuelco del corazón.

Lo que sucedió aquel martes en que, como llegaban mis abuelos a comer, mi mamá me encargó que fuera a comprar las tortillas, no podía dejar de suceder... Al llegar esa mañana Ernestina, la nueva planchadora, joven y enamoradiza, le pidió a su patrona que le leyera su horóscopo. Yo era del mismo signo, y me quedé a escuchar. Algo decía, leyó mi mamá disimulando muy mal la risa, de la necesidad de arriesgarse "para ganar en el amor"...
La tortillería quedaba a la vuelta de la casa; yo sólo tenía que llegar a la esquina más próxima, y caminar media cuadra. Pero, tomando el camino largo, que significaba darle toda la vuelta a la manzana, me aseguraba de pasar frente a la casa de Sergio y casi indudablemente encontrarlo ahí, conversando con sus amigos, de pie al lado de su caballo, digo de su bici... La promesa de su sonrisa, de su discreto saludo a la distancia, del brillo de sus ojos tiernos bajo el mechón de pelo, era suficiente para ponerme alas en los pies y permitirme desafiar cualquier obstáculo. Volé: tenía que tratar de hacer todo en el mismo tiempo que me hubiera llevado andar a paso normal un tercio del camino, y volver a casa con los dos kilos de tortillas calientes metidas en el chiquihuite. La calle estaba desierta, y tuve la impresión de que era una llanura... Aquella manzana de casas chatas de colores, con ventanas como ojos miopes, las copas cenizas de los troenos y colorines, el tronco majestuoso de la jacaranda, las tórtolas que zureaban, era todo mi mundo. Bajo el sol del mediodía debía lanzarme a la aventura.
Volé, pues, pero no llegué muy lejos. Exactamente a la mitad de la cuadra, una reja entreabierta; el perro, atado probablemente con una soga larga, se alarmó con mi carrera loca y en el momento preciso en que pasaba, me saltó encima y me mordió con fuerza el muslo, rasgando la piel a través de la tela del uniforme azul marino. Adolorida, me detuve de inmediato, me alcé la falda y ví la herida que sangraba. No pude ir más lejos. Con lágrimas en los ojos, cojeando, di media vuelta y llegué a casa sin las tortillas. Incapaz de hablar de mi aventura, temiendo una buena regañada, inventé -tenía mucha facilidad para la mentira- que, camino a la tortillería, en la esquina precisamente, me había mordido un perro callejero.
"¿Cómo era, por dónde se fue?". A las preguntas desesperadas de mi papá contesté tartamudeando, entre sollozos: "N...no sé... creo que café; se fue muy rápido, me parece que rumbo al Viaducto..." No había remedio. El teléfono de la casa estaba descompuesto y, a gritos desde la azotea, mi mamá tuvo que pedir a la señora Amalia que por favor llamara a Salubridad. Toda la cuadra se ha de haber enterado... A partir del día siguiente, antes de la entrada a clases, mi papá me estuvo acompañando al Centro de Salud más próximo para que me pusieran en la piel del estómago la serie de catorce vacunas...
Todo lo soporté con estoicismo: ofreciéndole a Sergio, que nunca se enteraría de nada, el sacrificio de mi amor adolescente.




QUINCEAÑERA

-POR lo menos pasa un momento a la Iglesia de la Piedad a rezar... -dijiste sin alzar la vista del vestido que me terminabas para la fiesta de esa tarde. Tus palabras me sorprendieron, pues aunque eras católica y habías querido que tus hijos recibiéramos el bautizo e hiciéramos la primera comunión, nunca habías insistido demasiado en nuestra educación religiosa, menos por falta de convicción que por una tendencia a dejar en manos de mi padre prácticamente todo lo que tenía que ver con nuestro desarrollo espiritual o intelectual . De modo que te habías limitado a llevarnos a misa los domingos y hacernos rezar antes de dormir. En casa de los abuelos, los fines de semana, sí era obligatoria la oración, mañana, tarde y noche al pie de las imágenes del Sagrado Corazón, la Ultima Cena y la Virgen de Guadalupe, pero nunca nos fue incómodo seguir el ritual.
No pude definir si había reproche en tu voz, o tristeza. Por costumbre, creí que era reproche: seguramente no merecía estar contenta, anticipándome a la fiesta, a los regalos, si antes no iba a dar gracias a Dios.
"Demos gracias porque ha llegado el día en que tu hija...", eran las palabras que había empezado a pronunciar el sacerdote en la ceremonia de Te Deum por los quince años de mi amiga Estela, un mes antes.
"Si los quieres criar como católicos, no me opongo. Ya elegirán cuando crezcan", decía mi padre. Para elegir, claro, se necesita tener más de un camino. A lo largo de los años, en forma más o menos directa, él se había encargado de mostrarnos cuál podía ser ése, alegando lo improbable de la existencia de Dios, el fanatismo de toda religión y la situación privilegiada del clero en un país de pobres como el nuestro.
Llegar a los quince era ser un poco adulto, capaz de decidir sobre algunas cuestiones.

"Para esa fecha -me había preguntado él-¿quieres baile en salón, o fiesta pequeña en la casa y después un viaje?"

Sólo pude entender el motivo de tu petición tiempo después, cuando tuve aquel sueño:
De pie, inmóvil, y de espaldas (porque a tu rostro no puedo imaginarle los rasgos de la tristeza), te veo rodeada de mangos, aguacates y limoneros en la huerta de la casa de provincia donde creciste, en vísperas de cumplir los quince, esperando a que llegue la madrina para probarte el vestido.
A mi tío Beto le llevabas ocho años. Te habías ocupado de cambiarle y lavarle los pañales, hacer que se lavara los dientes y las manos, atarle los cordones de los zapatos y llevarlo a la escuela. También de contarle cuentos antes de meterlo a la cama. Como a una segunda mamá, él te adoraba. Cuando lo fuiste a recoger de la escuela, aquella tarde, la maestra te dijo: "Ha estado con calentura toda la mañana. Que lo acuesten y llamen al doctor, debe ser una infección..."
Tu madre había tenido que viajar a la capital para hacerse operar de una hernia y tal vez, en secreto, hacerse ligar, después de los cinco hijos y quién sabe cuántos embarazos. Una hermana del abuelo llegó a hacerse cargo de ustedes. Era una campesina tosca y malhumorada: "¡Qué doctor ni qué ocho cuartos! -fue su respuesta- Es pura sacadera de dinero... Este niño lo que necesita es una buena dosis de té de boldo; tiene indigestión."
Mi tío Beto -nos contaste- tuvo diarrea y vomitó toda la noche. Sólo cuando tu padre lo vio demacrado y sin sentido, se asustó y llamó al médico. Pero ya era tarde. La deshidratación causada por la disentería se había llevado al pequeño. Mi abuela volvió de México poco después del entierro.
-Por eso no tuve fiesta de cumpleaños -murmuras, creo que aún dentro del sueño-. Por el luto. Cuando mi madrina vino a dar el pésame, traía mi vestido terminado. Mi mamá le dijo que ya sería el año siguiente... Así que me quedé como las novias de rancho, ¡vestida y alborotada!
Y ríes, para no dar tiempo a que nadie te compadezca.
Ese había sido, pues el significado: "Ve a dar gracias a Dios de que no tenemos que guardar ningún luto que nos impida festejar tus quince..."

Yo no podía dejar de escoger la fiestecita y el viaje, porque hacerlo me habría parecido traicionar a mi padre, derrumbar de golpe su filosofía, sus enseñanzas.
Cuando le llegó el turno a mi hermana menor, ella no vaciló: "¡Baile en salón, con orquesta y vestido largo!" Mi padre accedió a su pedido, contento de poder complacer una vez más a sus hijas. Y tú le hiciste el vestido de tafeta blanca y tul bordado de lentejuelas, tal vez secretamente feliz de vivir en su fiesta de quince años la que no tuviste.
...





LA DESPEDIDA

ESOS últimos meses en México son agitados, nerviosos. Voy y vengo, salgo y entro en la sombra de las calles, sin enterarme de que los pasos que resuenan son los míos. Corro, llego sin aliento, con la boca seca, a dar clases, a tomar clases. Me encuentro con amigos para tomar el café, a comentar los libros leídos; me encuentro con mi amiga para estudiar, para intercambiar confidencias, para hacer gradual, lenta, lo menos dolorosa posible la despedida. Me encuentro con Luis en el departamento de Mara, y me entrego al banquete del amor, pero con el miedo de quien no sabe si va a tener suficiente para pagar la cuenta... Mi cuerpo floreciente tiembla bajo la influencia de mi cerebro afiebrado: me veo en el espejo y no me encuentro bella. Pasarán muchos años antes de que se produzca el milagro: el concierto feliz entre el uno y el otro, el himno a la alegría...
Parece que he decidido hacer todo de una vez, ansiosamente, para acabar con la espera, con la tensión, para quemar etapas. Quién sabe si más adelante me atreva también, con la misma voracidad ciega, a quemar las naves.
En vísperas de mi cumpleaños, Mara propone que vayamos a tomar una copa al Chipp's. Y esa noche entramos ella y yo en la luz violeta del bar, en la melodía pegajosa de "Strangers in the night", en el vago perfume a agua de rosas... Nuestros 21, 22 años son evidentes en los trajes que nos hemos puesto para parecer mayores: saco sobre blusa de seda, falda recta y zapatos de tacón alto. No sin cierta dificultad tomamos asiento en los taburetes frente al mostrador, de cara a las botellas de colores, las copas colocadas bocabajo, los espejos que duplican, por encima del humo, nuestra mirada sonriente, entre tímida y seductora.
El camarero se acerca con vaso y servilleta, la mirada experta, la pregunta a flor de labios.
-Tom Collins y vodka tonic- repite, y da la media vuelta.
Mara me dice algo al oído, volvemos a vernos en el espejo y reímos. Cruzamos y descruzamos la pierna, haciendo crujir el nailon de las medias. Me mojo los labios en el líquido fresco, ella saca los cigarros. No parece importarnos mucho lo que ocurre a nuestro derredor: el murmullo que llena discretamente el salón, las entradas y salidas de parejas de diversas edades, la silueta de hombres solos acodados en la barra. Nos sentimos fascinadas con nosotras mismas, con nuestra presencia en ese lugar, estrenando nuestra juventud, libres porque capaces de pagar nuestro propio trago...
-Por la pérdida de la virginidad, pequeña- Mara alza su vaso.
-Y porque fue, prácticamente, indolora- hago chocar el mío contra el suyo.
-...con hombres que nos tuvieron paciencia y consideración, y de los que estamos enamoradas- Mara toma su trago y yo siento calor en las mejillas.
La verdad era que yo no me sentía enamorada de Luis, aunque probablemente en un principio ansiaba que me salvara de mis pesadillas, que me liberara de los lazos emocionales que me ataban a otros seres y que yo quería romper antes de pensar en emprender el viaje físico a otro lugar del mundo. En cierto modo, una relación sensual y cálida, pero sin pasión, era lo que más me convenía en vísperas de un cambio que sin duda sería decisivo en mi vida. Si lo hubiera amado con toda el alma como a Mario, años atrás, no habría podido pensar en otra cosa.
Por otra parte, en esos momentos apenas me intrigaban las preguntas ordinarias respecto de ese viaje tan deseado: ¿cómo sería volar? ¿atravesar el mar? ¿encontrarse allá sola, sin familia sin amigos, sin pareja? Pero no me era difícil imaginarme o en un café, en compañía de Frédéric Moreau, o como ahora, en un barecito de luces tenues, escuchando quizá la voz tan querida de Jacques Bréel. Sola no. Me llevaba a cuestas. Yo conmigo. Las preguntas que, menos ordinarias, tal vez tampoco podía formularme claramente en esos días, eran: ¿me permitiría, en otro medio, descubrirme más, comprenderme mejor, sacar a la luz tanto los lastres como los medios de salvarme? ¿O volvería, también allá, una vez pasada la novedad, a ser presa de insomnios, de miedos y angustias, de timideces súbitas, de gestos de aparente valor que tal vez me protegerían pero que, sin duda también me serían un obstáculo para la exploración de todas mis posibilidades?
-¿Le sirvo otro?- la voz acariciante del cantinero me sobresalta. Lo miro y me ruborizo. Mara ríe en voz baja. Unos instantes después en el espejo me encuentro con un rostro que está ya al otro lado del mar...

Parentesis:

“I never want to say that I am a writer”, se había oído decir en sueños. O, ¿había sido en la duermevela de la madrugada? Así, en inglés, y con ese ambiguo significado: “I never want to”, podía significar “Nunca quiero que”, o “Nunca puedo...”. “Nunca puedo decir que soy escritora.

Escritora de cajón lo había sido durante mucho tiempo, hasta que vino el empujón, cariñoso, de su amigo G, para que sacara del escritorio los poemas, los cuentos, los manuscritos; para que hablara de ellos y los mostrara. “Show and tell”.

Invisible. Al examinar con ojo crítico y amante el pequeño cuarto de la Ave. du Saxe, MB había dicho: “Parece un cuarto de muchacho. No se te ve.”
Esa relativa invisibilidad, creía, era lo que le había facilitado poner distancia entre sí y su pasado, física y temporalmente. La perfecta viajera, la perfecta extranjera. De tan adaptable, tan mimética, invisible.
...

PARIS

NO querían dejarme ir, Gonzalo y Zanabria; querían que me quedara, abrigada en el sarape de Aguascalientes, en el rico tequila que calienta el alma, en el aay del México lindo, dentro de su departamento de la rue St. Martin, atestado de muebles antiguos, de alfombras persas empolvadas, de los ruidos apagados de la calle: sirenas de patrullas y voces... Con sus pinceles y sus colores, con sus sonrisas de dientes blanquísimos y su acento lleno de afecto, con sus negras cejas y su piel color cobre de Santa Clara, me decían "no te vayas manita, qué vas a hacer en esta fría ciudad del carajo, sin color y sin calor, donde el metro huele a diablos y la gente no te da los buenos días ni que la mates; vente a comer con nosotros el sábado."
Los dos también eran becarios, y nos habíamos conocido en el avión de Air France que nos había traído a París. Juntos desembarcamos y nos dirigimos a la Casa de México, en la Ciudad Universitaria. Ahí, el director me informó que yo no había sido aceptada en la residencia. "Sus papeles llegaron tarde, y esto no es un hotel" dijo de mal modo, mirándome por detrás de los anteojos de vidrios gruesos, como si fuera el gerente de uno. Gonzalo y Zanabria ofrecieron a guardarme la maleta en su cuarto, en lo que volvíamos a París, para registrarnos y comer. "Cuando sepas a donde vas a quedarte, te ayudamos a llevarla". Terminé encontrando cuarto o en la Concorde, maison de jeunes filles, en lo alto de la rue Mouffetard. Antes, paseamos por el Boul Mich, comimos un croque monsieur con una cerveza, y nos deleitamos con el movimiento y color de la ciudad tan anhelada. Después, para mi propia sorpresa, dormí profundamente esa mi primera noche fuera de la recámara que hasta entonces había compartido con mis hermanas, fuera de mi casa, de mi ciudad y de mi país.
Sin mirar a mis nuevos amigos, sonreía, agradecía, tartamudeaba y me iba, hecha un nudo en mi tristeza, disfrazando mi miedo de valor, si vine a París es para vivir como los franceses, para hablar en francés, para comer comida francesa, para sentir en francés, aunque sea en frío y en solitario, en gris y en lluvioso. Pero ¿con quién iba a hablar? Con las paredes del cuarto o con los barandales del puente de las artes... Y, ¿de qué comida francesa estás hablando, manita? ¿Del asado de caballo y el puré de verduras del día anterior? Me consolaba, en medio de la multitud ruidosa e indiferente, con el vaso y medio de tinto que me mareaba sabrosamente y me disipaba por unos instantes las penas, que no tenían nada de francés, la angustia, que me atacaba en español.
Meses después, por intermedio de una compañera de mi amiga Mara, que se encontraba en Grenoble y me anunciaba su venida, conocí a Daniel, otro pintor, originario de Marsella. Alto, de cabello delgado y negro, ojos intensamente azules y sonrisa de dientes grandes, ligeramente cínica. En las notitas que me enviaba para que nos encontráramos a comer o tomar el café, me llamaba "mon ange"..., hablaba de la revista Tel Quel, del poeta Francis Ponge, y me invitó al cine a ver una de Buster Keaton.
Naturalmente, me enamoré. Borracha, una noche de mayo, porque era ya plena primavera, el cielo estaba claro y el aire olía a flor de castaño y a mimosa, lo fui a buscar a la residencia del Bullier. ¿Le arañé la puerta del cuarto, como gato? Le dejé un poemita, ése sí en francés, aunque el tipo tenía un doctorado en letras hispanoamericanas y, si mal no recuerdo, su tesis había versado sobre Huidobro. A Daniel le habría querido pedir que me pintara, o de perdida, que desnuda me cubriera de plástico transparente y me enmarcara, para aumentar su colección de cuadros raros, dejándome en la pared de su estudio. Pero él prefirió hacer el amor con Mara, mientras yo, en la Place de la Mutualité, escuchaba a Sartre y a Cortázar, comía 'frites' y me embriagaba con un 'pinard' sin marca que manchaba los dientes, y quién sabe cómo dejaba el alma.
¡Qué tiempos aquéllos! ¿Eso es la juventud? Esa época de arriesgarlo todo y de perder el tiempo, de angustiarse hasta el insomnio y la parálisis, de gastar energía en aventuras inútiles e inverosímiles?
Anne y yo reíamos como locas. ¡Nos queríamos tanto! Ella era mis tres hermanas menores combinadas en una; y yo, en versión risueña y con acento marsellés, era su hermana mayor. París era nuestro trait d'union. Las dos éramos ahí extranjeras, meridionales; yo de México, ella de Aix-en-Provence. Nos conocimos al final de la comida en el Bullier, y nos desencontramos años después, en el colmo de la paradoja, cuando ella realizó su sueño de irse a vivir a México, en el momento en que yo decidía que mi país era una espina en el costado, una fruta dulceamarga, demasiado exótica para quien aprendió a olvidar los sabores de la infancia y la primera juventud.
Al cabo de un tiempo, decidí visitar de nuevo a Gonzalo y a Zana. "Píntenme", les pedí (era una obsesión mía, como si estuviera esperando que mi retrato fuera a revelar la clave de todas mis dudas y contradicciones), "con los ojos brillantes y en el momento de llevarme la copa de Beaujoulais a la boca".
-¿Te pintamos?- preguntó Gonzalo, dudoso y grave, lanzándome una mirada rápida. Pero sin esperar mi confirmación, se puso a limpiar los pinceles.
-¿De qué color?- preguntó Zana, él sí con la risa al borde de los labios, mientras preparaba la paleta.
-En tonos de verde- les pedí, como las hojas de plátanos y castaños, antes de que llegue el otoño y las queme; como las bancas del Blvd Saint Germain; como los postigos de las ventanas del cuarto de Anne, por donde tengo que colarme de noche, cual ladrón, para que la viejita dueña de la pensión no me vea; verde como el ajenjo... Verde como los árboles de la Alameda, del bosque de Chapultepec de mi infancia; como las palmeras de Acapulco, los plátanos de Cuautla, los aguacates que comíamos con arroz, mis hermanas y yo, en el comedor familiar, hace tantos años...
Como la esperanza de volver a vivir esa época, tal cual: con su lluvia y sus techos grises, con sus niños y nanas en el Jardín de Luxemburgo, con sus librerías de viejo, con sus campanitas en la puerta de los negocios, y su "bonjour messiédammes" detrás del mostrador; con los olores a castaña tostada y a crepa caliente con mantequilla, a metro, a tabaco negro, a lana impregnada de sudor en los cines del Barrio latino, a perfume francés... Volver a colocarme en la cuerda floja de la duda: ¿a dónde ir? ¿cómo seguir viviendo? ¿ser mexicana o extranjera de por vida? Volver a sentir ese vacío y esa plenitud al mismo tiempo; esa apatía y esa energía sin fin, ese miedo cerval y ese espíritu casi temerario, esa sensación de estar metida en una maravillosa novela decimonónica de cuatrocientas páginas y no querer salir nunca de ella...

Wednesday, February 21, 2007

Pasado Perfecto

I
“Tenemos la obligación de crear un mundo de ficción en el que podamos vivir”
Marcel Proust, carta a Geneviève Bizet- Straus


mayo 29/922
Mi amada Milena:
Finalmente he quedado liberado del trabajo de oficina. Por razones de salud, y a instancias de unos amigos de mi padre, he venido a instalarme en esta quinta, en las afueras de Berlín. Rodeado de un verdor que no esperaba, y del aroma tranquilizante de los tilos, a cuya sombra el corazón se siente agradecido... Ahora mismo, desde la ventana veo las glicinas, de un azul abrillantado por la lluvia. No sé si extraño, en la ciudad dorada, mi callecita con vista al Puente Charles... ¡Usted sabe bien que cualquier cambio, para mí, equivale a una pequeña muerte ! Por ahora, procuro mejorar mis hábitos : largas caminatas de mañana, antes de sentarme a escribir hasta la hora de la merienda.
Max vino a visitarme y me ha convencido de que viajemos mañana a la ciudad, donde en estos días se exhibe El chico, la cinta más reciente de Chaplin, y su primer largometraje. Me pregunto, querida, si tendría usted la posibilidad de encontrarme ahí, ya sea en el Palast-am-zoo mismo, o en otro lugar. Sin embargo, deberá ser antes o el mismo día de mi regreso, el 3 de junio, pues no quiero dejar aquí por mucho tiempo a mi ángel de la guarda… Dora es una dulce criatura de 21 años, a quien conocí durante mis vacaciones en el balneario judío del Báltico, hace dos veranos. Como usted sabe, la situación actual en Alemania es sumamente inestable. Las condiciones del Tratado de Versalles amenazan con llevar al país a la bancarrota... Dora y yo hacemos planes para ir juntos a Palestina (no se ría) : ¡en calidad de cocinera y camarero!
Suyo,
Franz
...

-CLARO que nos presentaremos al director –dice Brod en el tren que los lleva a Berlín-. Entiendo que se alojará en el Adlon, de la Unter den Linden, lugar de reunión de políticos, periodistas y escritores.
-Nosotros tendremos que buscar una habitación en el Eden, más al alcance de nuestros bolsillos.... En cuanto al genial Chaplin, tal vez me anime a mostrarle el borrador de mi novela. Podría resultarle entretenida.



EN la sala oscura, todas las miradas están fijas en la pantalla. Mi abuelo se encuentra ahí, entre los cientos de espectadores, los ojos muy abiertos detrás de los vidrios, los labios entreabiertos debajo el bigote de manubrio, las manos limpias posadas sobre las líneas bien planchadas del pantalón negro. Ríe de buena gana con las invenciones del vagabundo para amamantar al bebé expósito, y con los trucos que enseña al niño de cuatro años para que le ayude a ganarse la vida como vidriero. Piensa en sus hijos, el mayor de la edad de este Jackie Coogan... A la entrada del Palast vio a una pareja de berlineses, probablemente padre e hijo, que representaban a Charlie y el chico, como propaganda pagada del film.
Al finalizar la exhibición, en la abarrotada sala de proyecciones de la UFA, la más grande de Berlín, el público, al que se ha dado la oportunidad de pagar una cantidad irrisoria por la entrada, aplaude con entusiasmo. Casi empujados por la multitud, Franz y Brod salen al vestíbulo, donde se arrinconan y esperan. Al parecer expulsado también por la masa de gente, queda al lado de ellos ése al que llamo mi abuelo, quien se detiene con los anteojos sin aros entre los dedos índice y pulgar. Sin alzar la mirada, limpia cuidadosamente los vidrios con su pañuelo. Ajeno al barullo, incluso a sus dos vecinos, sonríe pensando en que a su regreso podrá llevar al primogénito a ver la cinta en el Salón Rojo, una de las salas de proyecciones abiertas recientemente en la Ciudad de México.

Max enciende su pipa, en el momento en que se les acerca con paso indeciso otro joven, de aspecto avejentado, enfundado en un paletó pasado de moda.
-¿Herr Kafka ? Disculpe…-tiende una mano temblorosa-. Schulz, Bruno, a sus órdenes. Vengo de parte de la Sra. Jesenka-Pollakova, con quien estuve hace unos días en el congreso de traductores en Varsovia. Soy judío polaco y, como ella, admirador y traductor de textos suyos. Aunque ella pensaba venir a Berlín, ha tenido que regresar de urgencia a Praga…
-¿A qué se dedica usted ?
-Dibujo y pinto. Vivo de dar clases en una secundaria –el joven se sacude un mechón rebelde que le cae sobre el ojo derecho-. He empezado a escribir hace poco. Y precisamente… con deseos de inspirarme, planeaba viajar a París, cuando la Sra. Jesenka ofreció pagarme el pasaje en tren de Varsovia a Berlín, para que le diera su mensaje… Me alojo en la Pension Messe...
-¡Ah, claro ! –exclama Brod- Me pareció verle ahí esta mañana, mientras desayunábamos.
-Todos tenemos pensado ir a un lugar al que nunca llegamos…-musita Kafka, desviando la mirada.
-Franz, aquí viene el director –indica Brod. Los tres se vuelven al mismo tiempo hacia un hombre de unos treintaitantos, menor que Kafka, mayor que Schulz. Viste pantalón claro y saco azul marino con botones dorados ; un mechón negro, rizado le cae sobre los ojos brillantes ; con amplia sonrisa y paso elástico se aproxima al grupo, tendiendo la mano.
-Encantado, Herr Kafka –dice en alemán, con acento-. Su amigo Brod me escribió solicitándome esta entrevista, que he tenido mucho gusto en aceptar.
-¡Míster Chaplin, lo felicito ! –dice Kafka, respondiendo al saludo- ¡Qué maravillosa hora nos ha regalado! Usted ha captado estupendamente el espíritu optimista de la infancia, que imagino debe ser el espíritu predominante del estadunidense medio…
-Sentémonos, por favor –el director descubre al cuarto personaje, y lo invita con un gesto. El aludido inclina la cabeza, y sin decir palabra ocupa un asiento al lado de Schulz-.
¡Lo que son las coincidencias! La inspiración para esta cinta me vino en el Teatro Orpheum de Los Angeles, donde Jackie Coogan y su padre hacían un numerito. Han de saber que esta criatura pronto saldrá en otro film, no de mi factura, aunque basado en Oliver Twist de Dickens, mi tocayo, compatriota y modelo... ¿Saben ? –continúa con una sonrisa llena de picardía- He descubierto que para hacer una comedia no me hace falta más que un parque, un policía y una linda muchacha… ( Edna, no era linda, era hermosa... Tenía veinte cuando la conocí, hace seis años, y sigue siendo una belleza. Sin embargo, ya no me siento enamorado como al principio. Así es la vida...)
-En este libro de mi amigo Franz –interviene Max-, aparecen un policía y varias « muchachas » …
-¡Me interesa !- exclama Chaplin.
- Der Verschollen... – Kafka suspira, se retira de la cabeza el canotier, y extrae de su portafolios el manuscrito-. Veamos :… esas « chicas » serían : la sirvienta anónima que seduce al Karl de quince o dieciséis años, y queda con un hijo suyo; Klara, la hija mimada del adinerado neoyorkino Pollunder, a cuya casa es invitado el jovencito a cenar :
(...) en aquel diván Klara lo recostó y le dijo: -Ahora muévete si puedes.
-Gata, gata rabiosa- fueron las únicas palabras que Karl acertó a exclamar en aquel torbellino de rabia y vergüenza en que se encontraba.
-¡Bueno ! ¡Una auténtica gatita en celo ! –exclama Chaplin, riendo- La imagino con su vestido de flecos, arriba de la bien formada rodilla ; medias de seda rosa y zapatitos de tacón, ¡para bailar el charlestón!
-Luego aparece Therèse –interviene Max - ; lo dulce no la hace menos emprendedora...
-Max, te suplico, no me apresures... Karl dice a través de la puerta : …’sólo que antes debo vestirme.’ Therèse : ‘No es necesario. Abra usted, y acuéstese en la cama. Esperaré un poco antes de entrar.’ Y el joven se vio obligado a quedarse allí tendido cuan largo era para poder taparse hasta el cuello, ya que no tenía camisa de dormir.

« Ironía, humor y desesperación », se dice el joven Schulz, tratando de imaginar cómo podría ilustrar ese texto. «Vengo como mensajero de Milena a Kafka… pero ¿quién será el ángel que llegue a mí de parte de Zofia ? », se dice mientras revive en la memoria el rostro bello y enérgico de la novelista polaca que le ha ofrecido hacerle publicar algunos de sus cuentos.
-Otra mujer, ya no tan jovencita -prosigue Brod-, es la cocinera principal, una figura maternal. Y, por último, la gran Brunelda, amante de Delamarche... ¡Enorme, acalorada, inmarcesible ! Permíteme, Franz:
-¿Cómo ? –dijo el policía a Karl- yo pensé que llevabas ahí diez costales de papas, y resulta que es una pobre mujer.
Chaplin ríe, paseando una mirada inquisitiva del autor al artista, que flanquean a Brod. Dirigiéndose al cuarto, inquiere :
-Sprechen Sie Deutsch ?
-Nein. Only a little English... And I am not writer, I am a mathematician... From Mexico. I admire your work...
-El primer capítulo –continúa Max, aprovechando la pausa-, con el título de « El fogonero », se publicó ya…
- Este libro lo empecé hace once años, inspirándome en David Copperfield...
-¡Ah, sí ! ¿Me permite el manuscrito?
-…pero lo interrumpí para dedicarme a La metamorfosis. ¡Tenía que hacerlo! La concebí en su totalidad al día siguiente de haber estado leyendo el sueño de Ippolit, en El Idiota.
-No lo tengo presente…-Chaplin lo oye distraído, mientras pasa las páginas.
- Empieza así: Soñé que estaba en una habitación que no era la mía, cuando advertí la presencia de un animal espantoso (…) Era por el estilo de un escorpión, pero más horrible…Y sigue : patas color canela a ambos lados de la cabeza; al correr el tronco y las patas vibraban como culebrillas (…) se escondía debajo de la cómoda…
-¡Ya veo lo que quiere decir !
-Espere. Ya llego a lo último : Mi madre llamó a nuestra perra, y yo pude ver que la alimaña triturada seguía moviéndose (…) soltando de su cuerpo medio deshecho, sobre la lengua de la perra, un jugo blancuzco semejante al que echa una cucaracha cuando se le pone el pie encima (…)
-¡Espantoso!
-¡Sublime, querrás decir !
-¡Fantástico! De un fragmento mínimo de Dostoievsky, ha sacado usted todo un libro.
-Esto es, mi querido Chaplin, porque cada fragmento mínimo del maestro ¡es en sí todo un libro!
-Mire, volviendo al texto que trae consigo, yo ya conocía el capítulo dedicado al fogonero. Si ha visto mi corto El inmigrante, se dará cuenta de que me ha servido de inspiración… ¿Fuma ?–el director frunce el ceño mientras enciende un cigarro- Mucho me gustaría que, cuando la tenga terminada, me dejara llevar esta novela a la pantalla... Pero, dígame, ¿cuándo estuvo usted en América ?
Sobreviene a Kafka un acceso de tos. Se lleva el pañuelo a los ojos llorosos.
-¡De ninguna manera ! –dice bruscamente, reponiéndose- Perdone… aún sigo trabajando en él. Max, te suplico, acompáñame al hotel.

En su diario, esa noche escribe : « Me fascina el cine, y me encantan las comedias de este genio inglés. Así y todo, me parecería horrible que un escrito mío se adaptara a la pantalla. Es más, detesto la idea de que mis textos se estén publicando… Es cierto que, como bien dice mi amada M , el temor sólo engendra infelicidad. ¡Ah ! y también la ilusión... Sin embargo ahora, inspirándome en la escena de los ángeles en El chico, se me ocurre lo siguiente para el ‘Gran Teatro de Oklahoma’ , que podría ser uno de los capítulos finales:
Delante de la entrada del hipódromo habíase construido una tarima, alargada y baja, sobre la cual cientos de mujeres, vestidas de ángeles con telas blancas y grandes alas a la espalda, tocaban largas y refulgentes trompetas.
La última muchacha de la novela podría ser Fanny, ¡un ángel trompetista !

Respecto de ese Schulz: pequeño, con un aire enfermizo, los ojos de oscura e intensa mirada, hundidos en un rostro pálido y triangular… me repele : ¡podría ser mi hermanito ! »



II
« El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan »
Miguel de Cervantes


POR su parte, el Ingeniero Sotero Prieto, quien no es muy afecto a las abstracciones de la literatura, se retira temprano y en su habitación se dispone a escribir :
«31 de mayo de 1922
Mi amada esposa :
se realizó mi sueño de participar en el Congreso de Matemáticos de Viena ; no el de conocer a Einstein, sin embargo. Ese privilegio, según entiendo, le corresponderá a mi sucesor en la Escuela Nacional Preparatoria, tal vez el año próximo. Trato de no amargarme... Entretanto, el cónsul de México y su señora tuvieron la amabilidad de invitarme a cenar en su residencia. Me presentaron a Marc Chagall, el pintor ruso que está viviendo aquí con su familia; excelente conversador, hizo una interesante descripción de la ciudad, que coincide en parte con lo poco que he visto: ‘Berlín después de la guerra es un hormiguero, o, mejor aún, un campamento de gitanos... –decía-. Vienen gentes de Moscú y de Europa occidental, y se encuentran aquí. Se tiene la sensación de vivir un sueño, si no es que una pesadilla. Una hogaza de pan cuesta millones. En el barrio bávaro hay casi tantos samovares y condesas que practican la teosofía o adoran a Tolstoi, como solía haberlos en Moscú... En los restaurantes de la Motzstrasse ha visto, dijo, más generales y coroneles que en una guarnición de la Rusia zarista... ¡sólo que en Berlín trabajan de cocineros o lavaplatos! Terminó diciendo que nunca en su vida ha visto tanto rabinos que pretenden hacer milagros...
Por cierto, en la misma reunión me enteré de que el Gobierno de Obregón está otorgando visas, con ciertas condiciones, a jóvenes alemanes dispuestos a trabajar en México. ¿No te había yo comentado ya que el partido nazi tiene su número de adeptos en nuestro país?
Bueno, pasando a temas más amenos, disfruté enormemente la película del gran Chaplin; y, de pilón tuve la grata sorpresa de verlo ¡en persona!, en el vestíbulo del teatro, y de ser invitado a sentarme con él y sus amigos, por un rato al menos. Sin embargo, debo decir que los personajes que lo rodeaban más bien procuraban complicar con palabras la sencillez perfecta de sus imágenes en la pantalla. A mi juicio, él se expresa sin cometer fraudes, honesta y desinteresadamente.
Mi Isa, pronto me tendrás de regreso y podré ver de nuevo a los chamacos. Le he comprado al Rule un Pinocchio bellamente ilustrado. Tomaré el tren a París, y enseguida a Le Havre, de donde me embarcaré el día 5, para tocar puerto en Veracruz una semana más tarde.
Te abraza, Sotero.”
...

(EN vela, la que de día busca, acumula y copia, de noche baraja, suprime y añade, preguntándose qué hago aquí, en este mundo que apenas si he rozado a través de una cierta familiaridad con la obra de estos genios, de unas visitas a esas ciudades, Berlín, Viena, Praga , visitas superficiales por su brevedad, pero intensas por la forma en que cada una de ellas se me impuso ; por la forma en que me dejó marcada la visión de sus calles adoquinadas, sus puentes y sus ríos, las torres y monumentos, las golondrinas al atardecer, sobrevolando ruinas y cementerios, imágenes sobrepuestas a la ciudad natal de mi padre, transformada para cuando yo vi la luz, y sobre las que colocaba, como una transparencia, el recuerdo de mis lecturas. Así y todo: cómo puedo justificar esta intrusión y esta versión de los hechos, este juego con las casualidades que se me presentan entre fechas, lugares y personajes, sino, únicamente, como un intento desesperado por enmendar la plana del pasado imperfecto, ganarle la partida a la muerte, haciendo las veces del ludión que se sumerge en las aguas del recuerdo y la imaginación, para salir de ellas con una respuesta. Y... lograr que la laringitis tuberculosa que padece Kafka no lo obligue, exactamente dentro de dos años, a pedir angustiosamente más morfina a los médicos, ni acabe consumiéndolo en un hospital de Viena ).
...


-CARLO Collodi y Charles Chaplin… -alitera Brod durante la comida que el día siguiente ofrece en el Adlon a sus tres nuevos amigos judíos el director, siendo el único que puede permitirse ese lujo- ¿Sabían que el autor florentino hizo periodismo y tradujo los cuentos de hadas de Perrault ? Entre 1881 y 1883, año de tu nacimiento, Franz, publicó Pinocho en entregas . A mi juicio, dos personajes de la novela que tienes entre manos, literal y figuradamente (y cuyo título, entre paréntesis, yo preferiría que fuera América ), me refiero a Delamarche y Robinson, son para el ingenuo Karl lo que el zorro y el gato para Pinocho. ¿Recuerdan? El Zorro, que era cojo, caminaba apoyándose en el Gato ; y el Gato, que era ciego, se dejaba guiar por el Zorro.
-¡Estupendo ! - exclama Chaplin- Esas maravillosas convergencias… Pues, ¿qué me dicen del Gran Teatro de los Muñecos, regenteado por el barbudo y gigantesco Cienfuegos ?
-Permítame una leve disquisición –dice Kafka, sonriendo tristemente-. Una querida amiga, a quien yo esperaba ver estos días en Berlin, ha estado traduciendo « El cocodrilo », con miras a su publicación este año del centenario de Dostoievsky. Se trata de un cuento largo, divertidísimo… ¡Aj! Perdón… esta tos…
« El cocodrilo , los cocodrilos... », se repite mentalmente Schulz, sin alzar la vista de su pequeño bloc, en el que con la punta del carboncillo esboza un retrato : cuerpo de niño, faz de hombre cerebral, melena oscura, ojos como carbones encendidos, oreja de punta mefistófelica ; y chicas que le dan la espalda, adoptan poses arrogantes, juguetean con sus frívolos zapatitos.
- ¿No lo ha leído ? –prosigue Kafka- ¡Eso sí que podría ser llevado al cine ! Se trata de un burócrata que, acompañando a su bella y coqueta mujer al zoológico, cae vivo en las fauces de un cocodrilo. El dueño es un alemán que llama a su mascota, figúrese usted, ¡Karlchen !
Al soltar la carcajada, un nuevo acceso de tos le desfigura el rostro.
-O sea: el hombrecito, ¡como yo ! – dándose una palmada en la rodilla, el cómico
ríe también, algo exageradamente para disimular su horror.


A pesar de las fervientes protestas de Kafka, Brod y Schulz, Chaplin los acompaña la mañana del lunes 2 de junio a la estación de Potsdamer. (Él mismo no regresará a Berlín hasta después de la guerra : « Del Hotel Adlon –escribe en su autobiografía-, en el número 1 de la Unter den Linden, ahora parte de Berlín oriental, quedaba sólo el cascarón. Un letrero anunciaba orgullosamente : ‘ Five o’clock tea ’. ¿Dónde ? Pregunté. En el sótano, con algunos de los mismos antiguos meseros, vestidos de librea y cuello almidonado, como si nada hubiera cambiado… » Sin embargo, ya para el año 2000, el Adlon habrá resucitado, y volverá a ser centro de reunión de políticos, periodistas y escritores, que ahí podrán seguir cultivando el arte de la conversación, tomando té con una rebanada de pastel, y escuchando música de piano.
« Quise ir al zoológico del Tiergarten –continúa Chaplin-, pero Ernst me explicó que, habiendo quedado convertido en campo de batalla durante la guerra, de los cuatro mil animales que tenía, sólo habían sobrevivido noventa...»).
Probablemente este mismo día , habiéndose recortado el bigote para parecerse a Chaplin y ser así más popular, Hitler -quien llama a Berlín la pecaminosa Babel- convertido ya en Führer del Partido Nacional Socialista de Obreros Alemanes, esté declamando en el Circo Krone de Munich , ante miles de alemanes desempleados: ¡Sólo la fuerza domina!
(¿Estará a mi alcance –se pregunta la aspirante a titiritera o prestidigitadora- hacer que ese demente, entre otras cosas de mucho mayor envergadura, no llegue a prohibir en Alemania todas las películas del gran cómico, aunque pida ver en privado, y posiblemente más de una vez, El Gran Dictador ?
De regreso a Drogobych, Bruno Schulz anotará : « … reconozco en Kafka a un hermano mayor… Yo pronto escribiré un libro en el que, a diferencia de lo que ocurre en La metamorfosis, ¡sea el padre quien termine convertido en cucaracha ! ». ¿Podrá la que toma este dictado desviar el revólver con el que, un infausto jueves de noviembre de 1942, apunta cobarde y fatalmente al ilustrador judío un oficial nazi?
Y no deja de sorprenderse la que escribe, ante las revelaciones y coincidencias, como la de su nacimiento sólo diez años después de que el Ingeniero Matemático Sotero Prieto, su futuro abuelo-no abuelo, lleve a cabo el plan que, por razones que nadie llegará a dilucidar, ha meditado borrosa y meticulosamente, de descerrajarse un tiro en la sien, sin que la nonata ni nadie más pueda hacer nada al respecto.
El año 1945 es el de la muerte doblemente prematura de Ana Frank en el campo de concentración de Bergen-Belsen … El del suicidio demasiado tardío de Hitler…Y el del nacimiento, a los siete meses de la boda de sus padres, de esta anotadora o amanuense, como si su progenitor no hubiera podido esperar, acuciado por la necesidad de enfrentar al fantasma del padre la concepción de la hija. Misma que, poco más de medio siglo después, tendrá que obligarse a dejar de leer, de buscar datos, de encontrar lo inesperado, de tomar notas, de imaginar, porque tantas vidas no caben en pocas páginas, en unos meses de trabajo, en sueños y en insomnios; porque haga lo que haga no le será posible recuperar al abuelo que no conoció; ni devolver la vida y colocar al lado de su propia madre a la autora del famoso Diario.
Porque tampoco le estará dado, a esta aspirante a demiurga, hacer que el querido Marcel supere la bronquitis que irremisiblemente habrá de llevarlo a la tumba, antes de los 55, a sólo seis meses del encuentro que aquí se relata... Estos serán, pues, los desaparecidos, los lamentablemente perdidos para el mundo antes de su hora).
...


POR ahora, sin imaginarse ninguno que, de todos ellos, únicamente Chaplin –como el padre de esta anotadora- llegará a una avanzada edad y morirá en su lecho, rodeado de mujer, hijos y nietos, los nuevos amigos, mientras esperan los trenes respectivos, conversan animadamente.
-¡Este calor, tan de repente !- dice Max, abanicándose con el ala del sombrero.
-Siempre, aunque venga con retraso y anunciado de mil maneras, nos parece que el calor llega de súbito... –responde Franz- No somos capaces de aceptar que el verano entra como toro de lidia, mientras que la primavera tiende a comportarse como ballerina delicada: entra al escenario de puntillas, retrocede....
-Tomemos... té caliente- propone Bruno-. Es lo que más refresca en días como éste…
-Mozo –llama Charles, chasqueando los dedos- : té para cuatro, bitte ! Max, me preguntaba usted ayer por qué decidí dedicarme al cine. Sólo puedo darle preguntas por respuesta : ¿Por qué escribe nuestro amigo Franz ? ¿Por qué leemos ?
-Será... para escapar, o ¡para internarnos más profundamente en el bosque misterioso de la vida !
-Tengo la impresión de que los que nos distingue a usted, Franz, y a mí del gran Dickens, es que tendemos a subvertir el final de la trama clásica del cuento de hadas: el pobre puede hacerse rico provisionalmente, pero luego regresa a su pobreza, y recupera así su libertad de vagabundeo... El joven parte a la aventura, en busca de un hacerse hombre –pero no regresa al punto de origen. Sigue viajando, alejándose cada vez más de la casa paterna. La experiencia no lo hace madurar: una y otra vez es engañado, aprende y no aprende. Sin embargo, el final no puede llamarse trágico, y la trama entra, más bien, en el género de la comedia.
-Tal vez tenga usted razón... Creo que tanto en su cine como en mi escritura, se deja entender que “el final feliz” sólo puede aparecer en sueños. En el fondo, probablemente el antihéroe se niega a la transformación, aferrándose a lo que considera su esencia.
-...que en en el caso del vagabundo, es la disponibilidad.
Franz se pasa los dedos por la melena castaña, y cerrando brevemente los ojos, sonríe.
-Eso del toro me lleva a declarar, estimado Karóly, que el verdadero padre de las escenas llenas de fantasía y humor de que hemos estado hablando estos días, el maestro de lo que podría llamarse la locura imaginativa, es nada menos que mi admirado Cervantes, hijo de una tierra en la que, si algo abunda, es la luz y el calor del sol.
-Herr Kafka… –interrumpe Schulz, esbozando una tímida sonrisa -, acabo de traducir al polaco esa joyita suya : La verdad sobre Sancho Panza…
«¡ Este joven habla anacrónicamente! », piensa K. y, haciendo caso omiso del elogio, saca de su portafolios unas hojas.
- Aquí lo tengo : el «sueño» de Altisidora :
(…) La verdad es que llegué a la puerta del infierno, donde estaban jugando hasta una docena de diablos a la pelota, todos en calzas y en jubón, con valonas guarnecidas con puntas de randas flamencas, y con unas vueltas de lo mismo que les servían de puños, con cuatro dedos de brazo de fuera, porque pareciesen las manos más largas, en las cuales tenían unas palas de fuego; y lo que más me admiró fue que les servían de pelotas, libros, al parecer llenos de viento y borra, cosa maravilllosa y nueva (…)

-¡Libros de viento y borra !- repite Chaplin, riendo a más no poder- ¡qué genio, ese español !

fin

NB. En el relato de este encuentro imaginario, se han intercalado citas textuales en cursivas, y datos históricos sacados de diversas fuentes :

Lost Berlin, Suzanne Everett ; Bison Books Ltd., 1979, London ; América, Franz Kafka ; trad. D.J.Vogelmann. Emece eds., Buenos Aires ; Charles Chaplin, John McCabe ; Doubleday & Co., New York, 1978 ; Las Aventuras de Pinocho, Carlo Collodi ; Eds. Paulinas, México ; The Nazis, Robert Edwin Herzstein ; Time-Life Books, 1980 ;
The Street of Crocodiles, Bruno Schulz ; trad. y prefacio : Celina Wieniewska ;
Introducing Kafka, David Zane Mairowitz (ilustrado por Robert Crumb); Totem Books USA, 1993; “Frases del Prof. Sotero Prieto, recopiladas por los alumnos de su clase de 1925”.

Nómina de personajes:
Ana Frank (1929-1945) nace en Frankfurt, muere en Bergen-Belsen. Lleva un diario que, póstumamente y tras censurarlo, hará publicar su padre.
Jackie Coogan (1914-1984) nace en Los Angeles, Ca., de padres actores.
Milena Jesenka-Pollakova (1896-1944), escritora checa, traductora de Kafka.
Bruno Schulz (1892-1942), dibujante, escritor : La calle de los cocodrilos, Sanatorio bajo el signo de la clepsidra, El Mesías (desaparecida) ; Cynthia Ozyck se propuso y logró reivindicarlo en la narración, tan ficticia como la presente : El Mesías de Estocolmo (1987).
Zofia Walkowska, novelista polaca a quien Schulz envió algunos de sus cuentos. Charles Chaplin (1889-1977), nace en un barrio pobre de Londres, hijo de actores. Adolfo Hitler (1889-1945), nace en Austria ; se suicida en Berlín. Tenía ambiciones artísticas ; su madre se llamaba Klara.
Marc Chagall (1887-1985).
Sotero Prieto Rodríguez (1884-1935), nace en Guadalajara, se suicida en México, D.F. Ingeniero matemático, autor de : Conversión de series, Geometría cinemática y Secciones cónicas.
Max Brod (1884-1968), nace en Praga ; rescata para su publicación la obra de Kafka ; se traslada a Palestina y muere en Tel Aviv.
Franz Kafka (1883-1924), nace en Praga, muere en Viena.
Marcel Proust (1871-1922).
Carlo (Lorenzini) Collodi (1826-1890).
Fiodor Dostoievsky (1822-1881).
Charles Dickens (1812-1870), nace en un barrio pobre de Londres.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

La Douce France- dos semanas de vacaciones

LA DOUCE FRANCE –dos semanas de vacaciones—2006-2007
I
Salimos Brian y yo de Newark el viernes 22 de diciembre en la tarde, y llegamos a París el sábado a las 7am., frío pero con un cielo claro –que apreciamos mucho, pues no lo volveremos a ver así... Martha nos estaba esperando para desayunar. Argentina, reside en París desde 1980. Nos conocimos unos cinco años antes en la Sede de las Naciones Unidas, y después presentó el examen de traductores de la UNESCO. Hemos compartido un sinnúmero de cenas, visitas a museos y viajes, incluso al Cañón del Cobre, en México, y la Quebrada de Humahuaca, en Argentina.
Les propuse a ella y a Brian que aprovecháramos la mañana yendo al Museo Carnavalet, donde, entre otras cosas interesantes, se encuentra la recámara de Proust: la mitad de los muebles y objetos fueron donados por la hija de Celeste Albaret, ama de llaves del escritor, quien a su vez los heredó de él. Pasamos enseguida a la Sala de la Revolución, y no vimos mucho más, pues a las dos horas yo estaba lista para ir a comer, y enseguida ir a tomar una buena siesta. Sobre todo considerando que ya teníamos entradas para las 20hrs en la Opéra Bastille (nuevo e impresionante edificio de acero y vidrio, amplísimo y con excelente acústica) donde veríamos el ballet "Coppélia", con música de Delibes, y puesta en escena y escenografía de Patrice Bart, en un tratamiento moderno más psicológico y cercano del cuento original de Hoffman (Der Sandmann) que de la versión alfeñicada que se conoce de este ballet. Nos pareció sumamente logrado, y salimos encantados, encaminándonos a la Brasserie Bofinger, a una cuadra de la Plaza, donde habíamos reservado de antemano una mesa debajo de la hermosa cúpula de vidrio emplomado. Compartimos un "Mareyeur" variado (ostras, las muy populares Fines de Claires, caracoles de mar, langostinos, cangrejo, mejillones). -Pour deux?, preguntó el maĩtre d’ en un tono medio altanero; -Non, pour trois, fue nuestra firme respuesta, y de postre, una tarta de peras à l’ Armagnac…
Agradable sorpresa, y gran alivio, la interdiction de fumer en la gran mayoría de los restaurantes y lugares públicos.
El 24 fuimos al Petit Palais, a ver su colección permanente de arte de los siglos XIX y XX –además de esculturas y vasos de cerámica vidriada, óleos como el retrato de Sara Bernhardt, la famosa Berma de En busca del tiempo perdido. Y, para que no pierda mi contacto con el autor, Brian me compró, en la linda librería del Museo, uno de mis regalos de Navidad (el otro fue un reloj de bolsillo, con brújula): Le Paris retrouvé de Marcel Proust (y de Martha recibí esa noche Les Plaisirs et les Jours… de Proust). Después de almorzar en la agradable cafetería, salimos a caminar por los Champs Elysées hasta la pirámide del Louvre, y luego por la rue de Rivoli hasta el café Nemours, para calentarnos un poco.
Cenamos en casa, con una amiga de Martha, también argentina (Aurora Bernárdez, quien fue la primera mujer de Cortázar, y a sus 86, sana y lúcida, sigue ocupándose de revisar traducciones de la obra del escritor o tesis que se escriben sobre él) lo que por lo visto es tradicional: empezando con Fines de Claires, que la anfitriona había ido a recoger esa misma mañana al mercado cerca de su casa, sobre la rue Cambronne (en el 15e arrondissement,. no lejos de l'Ecole Militaire y la UNESCO) con champán; luego una crema de calabaza, y tabla de quesos (brebis, chèvre y el Comté de Noël, delicioso) con un Chardonnay. De postre, la "Bûche de Noël" de la famosa pastelería Lenôtre que había llevado Aurora. La fuimos a acompañar a su departamento, a dos cuadras ¡a las 2am!
El 25 anduvimos por Montmartre, animado pese al tiempo, no tanto frío como húmedo y neblinoso. Por la rue des Abbesses hasta la linda iglesita de St Pierre de Montmartre, del s. XII, y luego a la terraza de la Basílica, desde donde sólo se distinguía la parte inferior de la Torre Eiffel.
II
El martes 26 madrugamos para salir a oscuras a tomar el bus 88 que nos llevaría a la estación de Montparnasse, donde abordaríamos el tren rápido (TGV) de las 9.10 rumbo a Tours, la linda Tours acunada entre el Loira y el Cher. En la Place de la Gare, bajo un cielo gris plomo y con un aire helado, recogimos el coche.
Pasamos dos noches en Tours, y dos días en el “Valle de los Reyes”. Tras dejar el equipaje en el Hotel Rabelais, partimos en dirección de Saumour para llegar a la Abadía Real de Fontevraud (s.XII), una verdadera ciudad monástica regida en su momento por una abadesa –con salones, refectorio, cocina romana de plano octogonal, jardines de ornato y hortalizas-, en el centro de cuya nave desnuda pueden verse las tumbas de piedra con esculturas yacentes de: Leonor de Aquitania* (1122-1204) , casada primero con Luis VII, rey de Francia, y después con Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra, quien yace a su lado, así como uno de sus hijos: Ricardo Corazón de León, e Isabel de Angulema, casada con Juan Sin Tierra y muerta en Fontevraud (o Fontevrault) en 1246. Fue por el apoyo que dio Leonor a la difusión de la poesía trovadoresca, tanto en la Francia de Oïl como en Inglaterra y sus dominios, por lo que Brian se interesó en este viaje a Tours, aunque ya en el verano de 1972 habíamos estado en la zona, visitando los castillos bajo cielos más luminosos y temperatura más clemente, salvo esta abadía, de la que no sabíamos nada. Nos detuvimos a comer en el pequeño y agradable pueblito de Montsoreau, en altura, con vista de la confluencia del Loira y el Vienne.
*Los párpados bajos y una expresión plácida y medio sonriente, coronada la cabeza encima de la toca ceñida por las mejillas y el mentón, con los codos apoyados en lecho de piedra, la reina sostiene en las manos un libro abierto, que según algunos es una Biblia. La almohadilla y la saya entera de muchos pliegues, con gran nudo en la cintura, llovida de florecillas doradas de cuatro pétalos sobre los restos de pintura azul. Así, pienso, me gustaría que me enterraran, debajo de una lápida que sirviera de lecho a una yacente con mi rostro, los párpados entrecerrados, sosteniendo un libro, por haber amado la literatura y promovido en una mínima medida la lectura. Si fuera posible, pediría a mis herederos que, como a los pies de otras reinas el escultor anónimo ha colocado un perrito, símbolo de fidelidad femenina, en mi regazo de piedra se haga labrar un gato enroscado.

De ahí fuimos a visitar lo poco que queda de un Chinon derruido, a saber, la Torre del Reloj, donde se exhibe parafernalia relacionada con Juana de Arco. Luego al hermoso castillo real de Blois, con sus diversos estilos, uno al lado del otro: el ala gótica de la Edad Media; el ala Luis XII, de estilo gótico flamígero; la de Francisco I, Renacimiento, y el ala Gastón de Orleáns, clásica. Ahí se encuentra la habitación real donde fue asesinado el duque de Guisa, por órdenes de Enrique III, a quien habría querido deponer el duque mediante un golpe de estado. Para ilustración del visitante se muestra un vídeo de una cinta del cine mudo.
Al día siguiente, pasamos a los encantadores castillos de Amboise y Clos de Lucé (la mansión que Francisco I regaló a Leonardo da Vinci para que trabajara ahí los tres últimos años de su vida), a cuyo recorrido dedicamos toda la mañana. Después de la comida, ya no pudimos abarcar más, pese a nuestras ambiciosas intenciones. Llegamos a Chambord cuando ya estaba por cerrar, pero nos tocó verlo iluminado, como de cuento de hadas (Disneyworld…).
En Tours cenamos en La Chope, marisquería, las dos noches.
El jueves 28 temprano devolvimos el coche, y a las 8am abordamos el tren a París. De Montparnasse llegamos en taxi a la Gare de Lyon, para tomar ahí el tren a Avignon. Habiendo planeado previamente todo esto, sabíamos que contábamos con un margen de dos horas entre la llegada a una estación y la salida de la otra. Yo me había ocupado de reservar desde aquí los hoteles (como para España), Brian de reservar el coche, y Martha de comprar los pasajes de tren. Estuvo bien la combinación, ya que el tren nos permitió descansar, y el coche recorrer distancias cortas muy a gusto.
A casi 300 kms por hora, el viaje en tren ocasiona al principio una sensación de sordera semejante a lo que ocurre en un vuelo. En el camino, y cuando faltaba menos de una hora para llegar, nos sorprendió un paisaje de “cerezos en flor”, dijo Martha primero, pero que resultó ser escarcha sobre árboles y campos: una visión hermosa, si bien un poco inquietante…
Sin embargo, al llegar dos horas y 45 minutos más tarde, fuimos recibidos gratamente por un Avignon bañado de sol. Saliendo de la muy moderna estación del TGV encontramos las oficinas de Europcar , donde debíamos recoger nuestro coche, esta vez un Renault Clio. El joven agente, simpático y políglota, nos recomendó para esa noche un restaurante: "Au tout petit", llamado así con razón. Ahí, después de contemplar iluminada la Plaza y el Palacio de los Papas, cenamos temprano, muy bien atendidos por el chef, quien nos dijo que para año nuevo pensaba cerrar y mudarse a otro lugar de la Provenza. Pasamos sólo una noche en Avignon, para regresar tres días después.
III
Del 29 al 1o de enero, estuvimos en Aix-en Provence: pequeña, encantadora, llena de historia, y también, oh, maravilla del Mediterráneo, de sol. Hermosas mansiones (hôtels), de los siglos XVI a XVIII, monumentos (la torre del reloj, la catedral), fuentes romanas, medievales, renacentistas (¡no menos de 40!), plazas, museos. Tiene universidad, y un ambiente estudiantil muy simpático, con cines de arte (Cézanne, Renoir), muchos cafés y restaurantes a lo largo de su Cours Mirabeau*. Como era Navidad, toda la ciudad estaba muy acicalada con luces de colores, arbolitos decorados, ferias para los niños con bellos carruseles de dos pisos. En uno de esos cines vimos “La flauta mágica” en una versión poco original y no poco desagradable dirigida por Kenneth Branagh. Como escribiera uno de los críticos, “para disfrutar la música, podía haberme quedado en la sala de mi casa”…
*ver más adelante en la parte sobre el Castillo de If.
Recorremos a nuestras anchas la imponente Catedral del San Salvador, con visita guiada del ameno claustro cerrado. En el interior de la catedral, nos sentamos a ver un video explicativo del famoso tríptico de Nicolas Froment: “La zarza ardiente”, del s. XV, en el que se aprecia la increíble minuciosidad en los detalles de la pintura, el tratamiento de los metales (reflejo de parte de un rostro en el hombro de la armadura de un caballero, por ejemplo), los tapices, etc. La catedral fue erigida en el lugar donde se alzaba un pino del que los católicos colgaron a los hugonotes…
También en Aix (derivado del antiguo latín correspondiente a aguas) se encuentra el Museo de los Tapices, en el antiguo palacio episcopal, entre los que destaca la serie tejida en lana y seda en Beauvais en el s. XVIII, con escenas de las aventuras de Don Quijote y Sancho. En las calles, nos sorprenden los letreros en provenzal: Antiguo Carriero… Plaço…
En una simpática librería de viejo encuentro el libro que andaba buscando: La Place, de Annie Ernaux, que leeremos en el curso “En torno a Proust”, dentro de dos meses, y descubro una grabación en casete de “Un coeur simple” de Flaubert, leído por Fabrice Lucchini.
Lamentablemente, el Museo Granet donde esperábamos ver algunos Cezanne está cerrado. A cambio, visitamos el taller del artista, que ocupa todo el segundo piso de una casa de campo, con gran ventanal abierto al jardín y la montaña Ste Victoire que tanto le sirvió de inspiración. Ahí pueden verse su bata y su abrigo colgados junto con su boina y su bastón, la mesa con los objetos que pintaba en sus naturalezas muertas, el caballete, la escalera gigantesca de madera a la que se trepaba para tener una mejor perspectiva del cuadro en el que estaba trabajando, colocado en el piso. Regresamos al estacionamiento para ir en coche a Vauvenargues, donde se encuentra el castillo –cerrado al público- que se compró Picasso, y donde está enterrado.
El 30 nos dirigimos a Marsella, a sólo media hora de carretera. Hermoso y pujante puerto, es la segunda ciudad francesa en importancia, con una rica historia desde que fue colonizada por los griegos. Cuenta con universidad, red de metro e innumerables monumentos y museos. Nos tocó verla en un día soleado y tibio: el mercado de pescado, el Viejo Puerto convertido en elegante marina para yates. Nos dirigimos a los muelles para embarcarnos rumbo a la isla de If (Iphea griega), donde hicimos una visita guiada del castillo-prisión en el que estuvieron encarcelados personajes célebres, reales -como Honoré Gabriel Riqueti, Conde de Mirabeau (1749-1791), famoso escritor, orador y estadista, quien de joven fue calavera y a quien el propio padre, por dudas de juego o de honor, hizo encarcelar aquí (aunque en otras partes se dice que fue en la Isla de Ré), si bien en condiciones de lujo, para enseñarle una lección. O imaginarios, como el Conde de Montecristo. Nos enteramos del origen del nombre Montecristo: es un lugar de la República Dominicana donde nació el padre de Alejandro Dumas, de madre negra. Otro dato curioso: como en Cuba era tradicional que los trabajadores de las cigarreras tuvieran un lector de obras literarias, tras meses de escuchar la novela de Dumas se decidió bautizar con el nombre del Conde los famosos habanos. Otro preso célebre… fue
el rinoceronte que conocemos por el grabado de Durero. Esta es la historia: “En 1513, el rey Guzarat ofrece a Manuel el Magnifico, rey de Portugal, un rinoceronte de Asia (sic). El rey de Portugal, a su vez, desea regalarlo al Papa León X. Se envía, entonces, a la bestia de Lisboa para ir a Roma, y hace escala en Marsella, en la Isla de If, en 1516. Totalmente desconocido entonces en Europa, el animal suscita la curiosidad de los habitantes de la ciudad, y la de Francisco I, que a su regreso de Marignan viene a admirarlo. Alberto Durero realizó entonces el célebre grabado en madera del rinoceronte, a partir de un esbozo. El rinoceronte permaneció /en cuarentena/ algunas semanas en la Isla de If, para salir de nuevo rumbo a Roma. Pero una violenta tempestad arrojó el navío contra los arrecifes en el golfo de Génova. Se encontró su cadáver en la costa. El Papa lo recibió disecado.”

Desde la terraza del castillo se podía apreciar bien la extensión del puerto de Marsella.
De vuelta en la ciudad, subiendo por la Canebière, avenida central que arranca del Vieux Port, hasta el Cours St. Louis, llegamos a Touniou donde se sirven, desde hace más de cuarenta años, según el recetario que el cliente puede llevarse de recuerdo, “des quantités monstrueuses de coquillages et de crustacés”, de los que pedimos un platón variado, además de un erizo de mar que Brian pide expresamente, “para probar”). Bajamos después al puerto a tomar une noisette, que sería el equivalente del cortado y el macchiato, y ahí decidimos tomar el trenecito turístico de la Bonne Mère para subir por las calles muy empinadas hasta la basílica de Notre Dame de la Garde, otro pastelón feo como el Sacré Coeur de Montmartre, pero desde cuya terraza, en una colina a unos 147 metros sobre el nivel del mar, se tiene una estupenda vista del puerto, que ha recibido recientemente una inyección de recursos financieros para embellecerse. Volvimos a Aix, después de una merienda por demás mediocre. Brian, como siempre, un as del volante, cauteloso, orientado, esta vez con la ayuda de su GPS… Eso no significa que la devoción ciega de mi marido a su recién estrenado aparato no nos haya obligado a pasar horas muertas, grises, opacas –de exasperación apenas contenida- estacionados al margen de la carretera, o junto a un puente, en general después de la cena, cuando ya apenas podíamos ver el camino, leer los letreros, coordinar nuestros pensamientos, y en lugar de empezar por basarnos en un mapa de papel común y corriente, o preguntar en una estación de gasolina, veíamos mi amiga y yo a Brian inclinado sobre la pantalla del dispositivo electrónico, tratando de descifrar la orientación, la dirección y la mejor manera de llegar a nuestro destino, es decir el hotel, para llegar a la conclusión, 30 o 45 interminables minutos después, de que tendríamos que ir a la gasolinería más cercana para bajarme yo y preguntar. Al menos en una ciudad –no recuerdo si fue Avignon o Aix-en-Provence- terminamos haciendo lo mismo dos veces, es decir ¡pidiendo yo las mismas indicaciones al dependiente de la misma estación! Como decía mi abuela: “nunca falta un pelo en la sopa”…
En Provenza nos alojamos en hoteles de la cadena Campanile, en las afueras de las ciudades, con cuartos de dimensiones algo exiguas, servicios regulares, y desayunos variados y abundantes, tipo buffet. La peor experiencia fue con el Court’Inn (en el poblado de Courtine, Avignon), a donde llegamos poco antes de las 19hrs para encontrar la oficina cerrada y vacía. Tuvimos que esperar la media hora que le llevó al encargado regresar de cenar. A la mañana siguiente, hubo que ir a buscar en persona el desayuno prometido “dans la chambre”. En cambio, el Hotel Rabelais de Tours resultó satisfactorio.
IV
Al salir de Aix el 1o de enero rumbo a Avignon, nos detuvimos en Salon de Provence (sospecho que esta terminación en on, como la de Avignon, tiene que ver con la lengua provenzal, y el nombre citado nada que ver con la palabra “salón”). Aunque anunciada por la guía Let’s go, fue una grata sorpresa: interesante castillo del siglo XIII, la Colegiata de San Lorenzo, donde estuvo Nostradamus, otra iglesia románica del XIII en buen estado, y el Hôtel de Ville del XVIII. Después, Arles, y Nîmes, dos preciosas ciudades (la primera algo descuidada y sucia, la segunda con más "personalidad". En ambas, monumentos romanos admirables, en particular los anfiteatros que todavía se utilizan para corridas de toros. La sorpresa agradable en Nîmes fue, pese a ser día feriado, pudimos visitar las Arenas, admirar la Casa Cuadrada, entrar a la Catedral de Nuestra Señora.
En Avignon nos quedamos dos días más, insuficientes para ver ni siquiera una quinta parte de sus sitios de interés, sus no menos de nueve museos, pero bastante para recorrer el Palais des Papes, que son en realidad varios palacios, pues cada nuevo pontífice le hacía ampliaciones al anterior… El Puente de Saint Benezet, semidestruido varias veces por la fuerza del Ródano, y al final dejado a la mitad, como “museo”; objeto de la canción popular, que al parecer originalmente no era “Sur”, sino “Sous le Pont d’Avignon). Y al otro lado del Ródano, nuestro último día en el sur, visitamos el pueblito de Villeneuve lez (sic) Avignon*, con una torre medieval, las ruinas de una cartuja benedictina de enormes dimensiones, y un museo interesante: Pierre de Luxembourg, en el que se expone, entre otros, la "Coronación de la Virgen" otra pintura muy historiada del s. XV (de Enguerrand Quarton).
V
*Hablando de "pelos en la sopa", fue en este tranquilo poblado donde fui víctima, ese miércoles 3, a las 14.25hrs, unas dos horas antes de nuestro tren a París, de un "vol à l'arrachée" **, después de que Brian, en un descuido excepcional e imperdonable –según él mismo lo juzgaría posteriormente-, contrario a todas sus precauciones habituales, se estacionó sin ton ni son en un paraje desolado, por el ansia de querer visitar después de la comida un último monumento medieval, la Torre St André. Se adelantó a grandes zancadas, mientras Martha y yo subíamos la colina a paso lento. El atracador me llegó por detrás, y yo sólo sentí que alguien alzaba con ambas manos la correa de la bolsa de cuero que traía en bandolera. Aunque hecha en China, no creo que se haya roto, sino más bien que mi asaltante, con mucha 'sotileza', como diría Cervantes, la cortó de tajo, para enseguida dar un tirón al que opuse una resistencia tardía y no muy vigorosa. Al volverme, lo vi de espaldas, alto y ágil, alejándose a todo correr con su botín hacia el coche en el que su cómplice lo esperaba al volante, para arrancar de inmediato colina abajo. Brian acudió a mis gritos y los de Martha, y pudo al menos tomar parte del número de la placa.
Mientras yo hacía la declaración en la comisaría, Martha llamó a la estación de tren para avisar que no podríamos tomar el de las 16hrs, y Brian a la Embajada de los EU para averiguar lo que teníamos que hacer para poder salir, el domingo, de un país y entrar al otro sin la green card. Debo decir que todo mundo nos trató muy bien… Pero nunca recuperé nada. En la bolsa llevaba no sólo los 200 euros que acababa de cambiar sino, mucho más importante, nuestros pasaportes y tarjetas de residentes, que, también excepcional e imperdonablemente, no me había colgado al cuello como de costumbre, sino guardado, dentro de sus carteritas con correa, en la misma bolsa que me arrancaron… ¡Lo que es haber bajado la guardia, confiados en que estábamos en un "país del primer mundo"! Además, una tarjeta de crédito, otra para cajero automático, mi libreta de direcciones, la bolsita de cosméticos que me hizo mi mamá de un bonito lamé, y otras cosas de menos importancia. De las oficinas de Europcar nos permitieron hacer llamadas a las Embajadas de Australia y México en París, para dar cuenta de lo sucedido y pedir cita para el día siguiente.
** No puedo resistir la tentación de copiar aquí parte de lo que encontré en Internet sobre este tipo de robo:

« DÉFINITION :
Vol avec violence perpétré par un ou plusieurs individus. Action d'arracher en force, des mains de la victime, un objet convoité (sac à main, téléphone portable, carte bleue, lunettes de marque, etc)
Les "arracheurs" peuvent être à pied ou motorisés (moto, scooter)
Ne pensez pas que ce genre d'individus ne s'attaqueront pas à vous si vous n'êtes pas une personne âgée ou si vous êtes en pleine journée dans une rue très fréquentée.
Il est vrai qu'une majorité s'en prennent à des personnes âgées qui sont pour eux des proies faciles, mais ce n'est pas une généralité. Ils s'attaquent à toutes personnes susceptibles d'avoir quelque chose qui peut les intéresser.
CONSEILS :
C'est un peu idiot à dire, mais il vaut mieux garder votre argent dans une poche de pantalon que dans son sac à main. Idem pour les choses de valeur (carte bleue, chéquier, téléphone, etc). Si vous vous faite voler votre sac, vous me remercierez par la suite. Privilégiez les poches avant, pour évitez également les pique-pockets.
Ce conseil, je le donne surtout aux personnes âgées, parce que j'en ai vu trop finir leur jours à l'hôpital pour un simple sac à main. Je ne leur conseil pas de nouer leur sac autour de la taille en pensant qu'un éventuel voleur ne pourra pas leur arracher. Erreur, si la lanière ne casse pas, les voleurs n'hésiteront pas un seul instant à vous traîner sur plusieurs mètres. C'est avant le vol qu'il faut tenter un échappatoire. Au moment où on vous l'arrache, c'est trop tard, il faut laisser faire sans opposer de résistance. Pensez que ce n'est qu'un bien matériel et que de toute façon, vos voleurs sont déterminés. J'ai vu le cas parmi tant d'autres, d'une femme âgée de 92 ans, qui s'était fait traînée sur cinq mètres et rouée de coups par trois jeunes de 15 ans, parce qu'elle ne voulait pas lâcher son sac à main. Nous avons eu la chance d'interpeller un des voleurs, porteur du sac à main, mais cela n'a pas empêché la victime de finir à l'hôpital avec un traumatisme crânien très grave. (…) »
De modo que debo agradecer el no haber terminado “traînée sur cinq mètres et rouée de coups » ! Cuando Martha le relata la historia a una amiga francesa, ésta le comenta que tanto en Avignon como en su vecino Villeneuve hay mucho desempleo…

De vuelta en la Gare de Lyon, helada, lo primero que hicimos fue dejar a Martha, tan sacudida como nosotros por la desventura, en un café con el equipaje, para ir a sacar dinero de un cajero, y en seguida tomarnos las fotos necesarias para los pasaportes del día siguiente. También llamamos de una vez al banco para cancelar la tarjeta de crédito (estaba yo tan nerviosa que no atinaba a recordar mi número de cuenta; afortunadamente, es una que tengo junto con Brian, y él pudo continuar la declaración –y desafortunadamente, porque entonces tuvo que hacer cancelar también la suya. Pero traía otra de reserva. Asimismo llamamos a Ian para que me hiciera el favor de buscar unos papeles para cancelar la tarjeta del cajero automático, y dejara el mensaje en la contestadora del departamento, cosa que hizo puntualmente.
Una vez concluidos esos trámites, agotados, decidimos no irnos a la cama sin cenar, sino subir a Le Train Bleu y relajarnos bajo los candiles y decoraciones barroquísimas de la Belle Epoque, cenando algo ligero y delicioso, acompañado de una copita de vino rosado que nos cayó francamente muy bien….
Dentro de todo, fue “afortunado” (ya voy a hablar como el Dr. Pangloss…), primero, que el atraco no me haya causado ninguna lesión, y segundo, que haya ocurrido casi al final del placentero viaje, pero no demasiado cerca de la fecha de nuestro vuelo de regreso… Dedicamos Brian y yo todo el jueves y la parte de la mañana del viernes a gestionar sendos pasaportes de emergencia y la carta (transportation letter) de re-entrada a los EU. Esto significó ir y venir de tres embajadas. La de Australia queda en la calle Jean Rey, en un edificio enorme, sobre cuya pared lateral se anunciaba una exposición de hermosos cuadros aborígenes.
La de México –trasladada desde mis tiempos de estudiante en París …- en la calle de Notre Dame des Victoires, no lejos del metro Bourse, y a un lado de la placita y la basílica menor homónima, que esa tarde, en lo que hacíamos tiempo para recoger mi pasaporte, Brian y yo entramos a visitar. De frailes agustinos, sus paredes están tapizadas con exvotos. En dos placas se hace referencia a la “odiosa profanación” que sufrió a manos de los miembros de la Comuna.
La de los EU, por último, ocupa el elegante Hôtel Tayllerand, en la Rue des Florentins a un lado de la Plaza de la Concordia, y para entrar en ella, después de anunciar nuestro asunto al guardia filipino, hay que pasar por un mecanismo de seguridad semejante al de los aeropuertos de hoy en día.
VI
El viernes a las 11hrs teníamos cita en el Grand Palais, para ver la exposición –muy mal organizada- de arte egipcio en ciudades sumergidas (Alejandría, Herakleión, Canopa), con mi amigo Bernard y su familia. Pudimos acudir en cuanto concluimos un trámite preliminar en la Embajada de los EU, a la que tendríamos que regresar después de la comida. Conocí a Bernard en 1968 en Burdeos, donde todavía vive, cuando llegué a trabajar como auxiliar de español en el liceo de niñas. El caso es que a lo largo de los años nos hemos seguido escribiendo, dos o tres veces por año, y hemos seguido nuestras vidas a grandes rasgos. Es la segunda vez que, sabiendo que iba yo a París, me propone encontrarnos ahí. La primera fue en 1988, cuando viajamos con Alan, Ian y tía Bertha, de Australia, y él llegó con su mujer y su niña de seis.
Nos volvimos a dar cita para el sábado en la mañana, a la entrada del Institut du Monde Arabe, un gran edificio moderno, a orillas del Sena, donde se exhibía: “Venecia y el Oriente”, muy interesante (co-organizada por el Institut y el Metropolitan, estará en éste a partir de marzo. Ellos debían tomar su tren de vuelta a Burdeos esa tarde, y nos despedimos cerca de Notre Dame. Entonces, ya con nuestro papeles en la mano, y mucho más tranquilos, Brian me hizo el favor de acompañarme a la tienda de velas muy especiales y perfumadas (Dypthique), de la que mi prima me encargó una para su cumpleaños, y yo a mi vez lo acompañé a hacer la visita guiada del Museo de las Alcantarillas de París (¡!). No tan “emocionante” como él esperaba, aunque, dentro de todo, interesante. Después dimos una vuelta por el Barrio Latino, para ubicar la mínima rue Serpente, que desemboca en el Blvd. St. Michel, y en ella el Hotel Fleur de Lys, donde pasamos nuestra luna de miel –en pie, renovada la entrada, atendido por un chino.
VII
París nos pareció tan bella como siempre, o tal vez más ahora, con sus fachadas limpias, las vistas siempre sorprendentes desde los puentes del Sena, que serpentea graciosamente a través de su “amante”, como dice la canción, y ahora su iluminación navideña. Además de sus luces nocturnas, la Torre Eiffel, como la Grande Dame de París, lucía durante un minuto cada hora entre las 19 y las 23, resplandores como “estrellas que titilan a lo lejos”… Se habla ya de que la epidemia de obesidad está llegando a Francia, supongo que merced a los omnipresentes e insufribles McDonald’s. No obstante, vimos que las mujeres siguen siendo esbeltas y elegantes (con estilo; había jovencitas con botas hasta la rodilla, medias negras, y hot pants de tweed; encima, una chaqueta blanca de lana, con cinturón, por ejemplo). Y la comida, deliciosa… El 6 de enero vimos a multitudes pasar a las pastelerías a recoger su “galette de Rois”, una confección de pasta hojaldrada con base de frangipan, es decir, una crema de almendras, que nos dimos el gusto de saborear, pues Aurora gentilmente nos invitó de despedida a tomar una copa de champán, y Martha le llevó una. En mi porción encontré un muñequito, pero no el niño Dios como cabía esperar, sino ¡un busto dorado de Schumann!
De modo que todavía extraño simplemente las baguettes: doradas por fuera y blanquísimas por dentro, los croissants, y hasta el café-au-lait.
Otro placer grande fue escuchar hablar en francés, siempre con mucha corrección, aun en boca del joven encargado de controlar que los pasajeros del metro salgan con su boleto marcado, que al verme sin el mío me impuso una multa… de 25 euros. Eso fue el viernes por la tarde, y como le dije a Brian, “ya sólo falta que me orine un perro, o me atropelle un coche”. A sabiendas de que existe ese control, y de que hay que guardar el boleto usado, como había sacado del bolsillo del abrigo uno del día anterior, decidí deshacerme de él, y sin pensarlo, boté los dos al mismo tiempo a la basura. De todos los viajes que hicimos en metro en esos días, me tenía que tocar el control la vez que no conservé mi boleto. Para colmo, no podía mostrar mi pasaporte ni ninguna otra identificación, pues también por descuidada –el resfrío que venía arrastrando desde Avignon y la tensión de los últimos días pueden haber contribuido a una cierta fatiga mental…-, había dejado esa mañana en el departamento la fotocopia del pasaporte, que por cierto me salvó de que fueran más complicados los trámites para obtener el nuevo. Aun así, más que rabia, me inspiró respeto el que se hiciera cumplir la ley, sin excusas ni pretextos.
En suma, pese a los enojosos incidentes, regresamos felices. Volamos de Charles de Gaulle el domingo 7 a las 14hrs, para llegar a Newark a las 16…

Irene Prieto- febrero de 2007

Pd. De regreso, nos hemos dedicado a tramitar la reposición de nuestros documentos permanentes. Un consuelo fue que de nuestro seguro obtuvimos el reembolso del 80% de las sumas para nada risibles que tuvimos que desembolsar para los servicios consulares, tanto en París como en Nueva York.